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El gorila del vecindario

Venezuela recuerda la funesta historia de los años 50 hasta bien entrados los 70, cuando la bota militar se apoderó de casi toda América Latina, abusando del poder, ampliando la corrupción a límites inverosímiles, negando las libertades y cometiendo crímenes a nombre de la defensa de regímenes cuya fachada era la democracia.

20 de octubre de 2016 Por:

Venezuela recuerda la funesta historia de los años 50 hasta bien entrados los 70, cuando la bota militar se apoderó de casi toda América Latina, abusando del poder, ampliando la corrupción a límites inverosímiles, negando las libertades y cometiendo crímenes a nombre de la defensa de regímenes cuya fachada era la democracia.

Venezuela recuerda la funesta historia de los años 50 hasta bien entrados los 70, cuando la bota militar se apoderó de casi toda América Latina, abusando del poder, ampliando la corrupción a límites inverosímiles, negando las libertades y cometiendo crímenes a nombre de la defensa de regímenes cuya fachada era la democracia. La diferencia es que el régimen chavista nació de la inconformidad del pueblo venezolano con su dirigencia política. A partir de un caudillismo iluminado, Hugo Chávez y su camarilla se fueron apoderando del Estado, inventaron una constitución a su amaño, empezaron su labor de zapa para acabar con la libertad de expresión y el periodismo, y construyeron un mecanismo paramilitar que hoy por hoy es la gran amenaza para la vida en ese país. Todo ese andamiaje reposa en las Fuerzas Armadas que se transformaron en propietarios del régimen que muchos de sus integrantes fueron elaborando para, supuestamente, construir un orden social más justo y menos contaminado por la corrupción. Ahora, lo que existe además del hambre es una nueva dictadura como la de Marcos Pérez en la década de los 50, cubierta por la figura de un civil que todavía usa el discurso socialista y comunista para tratar de mantener una fachada democrática que se cae a pedazos cada día.Lo de las últimas semanas es patético: Mientras el poder electoral hace hasta lo imposible por diferir el derecho consagrado en la constitución chavista para que los electores saquen del poder a los malos gobiernos, la Justicia anula todas las actuaciones de una Asamblea Nacional elegida con las reglas de juego forjadas por esa misma constitución. Y mientras se permite imponer más trabas al revocatorio, le da autorización al presidente para disponer a su amaño de los recursos públicos mediante un presupuesto que no tendrá control alguno. Todo eso es posible porque el régimen es respaldado, o mejor, es dirigido por las Fuerzas Armadas llamadas bolivarianas, o al menos por quienes tienen su control y lo han puesto al servicio de sus intereses. Ellos desempeñan más de la mitad de los ministerios, gran cantidad de gobernaciones y son el poder paralelo en el manejo del petróleo, la riqueza nacional. Además, su comandante en jefe es casi que el amo que rige la salud, la distribución de alimentos y el enorme e inútil presupuesto de defensa que no impide tener a Caracas como la ciudad más insegura del planeta, mientras los venezolanos son asesinados sin compasión. Y ejercer la oposición o cualquier posibilidad de sacar al régimen mediante los recursos legales es respondida con cárcel, con amenazas y con la violencia de las autoridades militares y de policía, o con los grupos de violencia que, armados por el Estado, son una plaga que se les salió de las manos. Es la bota militar que repite las sangrientas y destructivas historias de su antecesor Pérez Jiménez y que ve impasible cómo se robaron once mil millones de dolares de Pdvsa. Es el gorila de la dictadura vestida de democracia que impera en Venezuela, pagando con corrupción a sus amigos y con hambre, escasez, inflación y represión al pueblo de Simón Bolívar, el libertador de América.

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