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El camino es largo

"Sin duda, se producirán debates y polémicas sobre lo hasta ahora acordado en La Habana. Pero así es la democracia, y hay que atenerse a ella. Y aunque no fuera deseable hacer públicos esos acuerdos, también es comprensible la inquietud del Gobierno sobre la posible desinformación que se estaba produciendo".

30 de septiembre de 2014 Por:

"Sin duda, se producirán debates y polémicas sobre lo hasta ahora acordado en La Habana. Pero así es la democracia, y hay que atenerse a ella. Y aunque no fuera deseable hacer públicos esos acuerdos, también es comprensible la inquietud del Gobierno sobre la posible desinformación que se estaba produciendo".

Luego de la publicación de los acuerdos logrados hasta ahora en la mesa de negociación de la Habana, el país ha escuchado los más diversos puntos de vista sobre un asunto de por sí polémico como es acordar la desmovilización de un grupo armado que lleva 60 años siendo protagonista principal de la violencia en Colombia. El primer punto a considerar es la razón por la cual el Gobierno Nacional y las Farc decidieron levantar la reserva sobre lo acordado entre los grupos de negociadores. Para el presidente Santos era necesario en la medida en que, según su criterio, el sigilo se estaba usando para crear mitos alrededor de lo que se negocia, con propósitos partidistas. Según dio a entender, se ha usado una campaña de desinformación que no puede dejar que crezca, ante los riesgos que significa para el proceso. Por su parte, las Farc no vieron inconveniente puesto que ello sirve para conocer lo que se está conviniendo y en qué términos. El segundo, es el análisis de lo que hasta ahora se ha acordado. En ese aspecto es notorio el esfuerzo por construir un documento que refleje la voluntad de acuerdo de las partes. Es por ello que se encuentran propósitos generales al lado de cosas puntuales en cada uno de los tres asuntos tratados. Como toda negociación de esas características, es una labor paciente que no produce resultados inmediatos, lo cual está demostrado en la presencia de varios temas que presentan discrepancias y aún no están acordados, por lo cual no puede decirse que han sido cerrados.Así mismo, es necesario decir que no están claras todavía las obligaciones que hasta ahora han asumido los negociadores del Gobierno y de las Farc. Hay sí una serie de compromisos a desarrollar en un proceso que por sus características y a juzgar por lo conseguido hasta ahora será mucho más largo de lo esperado. Si bien se han tratado la política de desarrollo agrario integral, la participación en política y las drogas ilícitas o narcotráfico, aún no puede decirse que hay acuerdo total. Además, faltan asuntos cruciales como las víctimas y la desmovilización del grupo armado.Sin duda, se producirán debates y polémicas sobre lo hasta ahora acordado en La Habana. Pero así es la democracia, y hay que atenerse a ella. Y aunque no fuera deseable hacer públicos esos acuerdos, también es comprensible la inquietud del Gobierno sobre la posible desinformación que se estaba produciendo. Lo que sí está claro es que la actuación del equipo negociador que representa a las autoridades legítimas está cumpliéndose con seriedad y responsabilidad, sin entregar nada que pueda poner en peligro las libertades y los intereses nacionales. Por último, hay que reconocer que el posible acuerdo final está muy lejos de producirse. Y que lo que está en juego es mucho más que una posición partidista, además de que el gran enemigo de la credibilidad del esfuerzo es la actitud de las Farc. Por eso es imperioso mantener un debate democrático sin llevar a la división del país sobre un asunto que, como la desmovilización de la guerrilla, es fundamental para la paz de Colombia.

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