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El año del aprendizaje

Para quienes no se enteran mucho sobre el estado del medio ambiente mundial ni del daño que se le ha provocado sobre todo en los últimos 50 años, hay que recordarles que hay un cambio climático real, producido por las acciones y omisiones de los seres humanos

18 de septiembre de 2021 Por: Editorial .

La humanidad perdió el año y no parece enterada. El mensaje que mandó el planeta en los primeros meses de la pandemia por el Covid-19, cuando la población se confinó en un acto instintivo de protección frente a un enemigo que no entendía, se olvidó pronto y ahora se ha vuelto no a lo mismo de antes sino a un escenario que debería preocupar más.

Si se creyó que perdurarían esos entornos que empezaron a verse en diferentes lugares a los pocos días del aislamiento, con animales moviéndose libres por los que antes fueron sus hábitats, los ríos recuperando su cristalinidad, los mares más azules y las ciudades libres de la contaminación que produce la actividad diaria de sus habitantes, la realidad es que lo conseguido duró poco. Ni se logró la recuperación verde que se percibía ni se aprovechó la oportunidad que brindó la pandemia para darle el respiro ambiental que reclama la Tierra.

Esa es una de las conclusiones del panel de científicos y académicos de varios países y de entidades relacionadas con el medio ambiente, la salud pública o la atención y prevención de desastres, sobre la situación actual del planeta, consignada en el documento ‘United in Sciense 2021’ presentado el jueves. En resumen, dicen que la reducción de emisiones de gases que se evidenció en el 2020 por la parálisis momentánea del mundo, fue fugaz y que hoy las cifras son aún más altas que antes de la pandemia. Que no se dio el crecimiento ecológico que se esperaba ni se mantuvo ese respeto que reclaman la naturaleza y la vida que alberga.

Para quienes no se enteran mucho sobre el estado del medio ambiente mundial ni del daño que se le ha provocado sobre todo en los últimos 50 años, hay que recordarles que hay un cambio climático real, producido por las acciones y omisiones de los seres humanos así como por el deterioro al que se ha sometido a sus ecosistemas. La consecuencia inmediata es el aumento de las temperaturas o los picos extremos a las que estas llegan, mientras los niveles del mar suben, la biodiversidad disminuye y los fenómenos naturales son ahora más feroces e impredecibles.

Cifras como los 1,5 grados centígrados de aumento de la temperatura promedio global y sus consecuencias en el medio ambiente, lo que ya es una certeza para los próximos años, indican que la vida en esta tierra tendrá cambios aún más drásticos. Al parecer, poco les importan al común de las personas y ni siquiera mueven a quienes deben tomar las decisiones y hacer que funcionen para salvar al planeta. Pero mientras queden voces sensatas y el camino a seguir se muestre como lo hizo la pandemia durante los meses de confinamiento, no se puede perder la esperanza.

El 2020, que hoy se siente como un año perdido, debería servir de aprendizaje. Ese período, el más complejo en los últimos cien años, demostró que si se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero al menos a la mitad, el planeta responde; que si se respetan los ecosistemas y su ecodiversidad , estos renacen; que si se consume menos, se desperdicia menos, se contamina menos y se puede vivir mejor.

La experiencia del año anterior indicó que sí se puede cambiar el rumbo, y hacer lo que necesita el planeta para sobrevivir.

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