El pais
SUSCRÍBETE

El Acuerdo está vivo

Es un trabajo que se debe continuar a pesar de sus vicisitudes y como muestra del compromiso con la paz y la convivencia respetuosa.

28 de noviembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Cinco años después de firmado en el Teatro Colón de Bogotá, el acuerdo para la terminación del conflicto con las Farc avanza en su ejecución, no obstante los enormes obstáculos que han surgido. A pesar de las polémicas que despertó a lo largo de su negociación, con el resultado negativo del referéndum para su aprobación y en su ajuste final, el proceso de reincorporación sigue adelante, como demostración de la voluntad de paz de nuestra nación.

Es mucho lo que se ha escrito y se ha debatido acerca del Acuerdo, de los compromisos adquiridos por el Estado y de los desarrollos que ha tenido en el quinquenio. Allí están vigentes y actuando instituciones como la Justicia Especial de Paz, la Comisión de la Verdad y los espacios para la reincorporación, testimonios del compromiso con el cumplimiento de lo acordado en La Habana, después de una negociación que llevó varios años.

Y está también la voluntad del gobierno del presidente Iván Duque de respetar los acuerdos no obstante sus diferencias. De ello han dado fe expresa el Secretario General de las Naciones Unidas, y los delegados de la Unión Europea que han seguido de cerca el desarrollo, así se reconozcan fallas en su ejecución, o se registren incumplimientos que no pueden ocultarse.

En su transcurso también se han presentado incumplimientos de los integrantes de las Farc, incluida la deserción y el regreso a la guerra de alias Iván Márquez, quien fuera el jefe del equipo de negociación de ese grupo. Y a través de la JEP o de la Comisión de la Verdad, el país y el mundo han podido conocer en detalle las conductas criminales que la guerrilla aplicó contra miles de seres humanos en su fallido intento de medio siglo por acabar el Estado de derecho y tomarse el poder en Colombia.
Infortunadamente, el Acuerdo con las Farc no tuvo el apoyo unánime de la nación. La razón estuvo en la estela de violencia que acompañó a través de sus cincuenta años al movimiento guerrillero y, ante todo, en la politización que impidió convertirlo en propósito nacional y lo transformó en bandera partidista que dividió y fue utilizada con propósitos electorales. Aunque ha perdido importancia en la política nacional, esa manipulación sigue afectando la posibilidad de que todos los colombianos respalden lo que debió ser el punto de quiebre para terminar la violencia.

Esa violencia continúa, ahora manejada por organizaciones criminales que reemplazaron a las Farc en el dominio de los cultivos ilícitos y el narcotráfico. Bajo la denominación de disidencias, o del dominio del Eln, de poderosos carteles nacionales y de alianzas con organizaciones internacionales, ese factor sigue siendo la clave y el gran alimentador de la confrontación y el conflicto en Colombia, ante las innegables dificultades del Estado para hacerle frente.

Todos esos elementos y muchos más se han presentado en cinco años de esfuerzo por hacer realidad la posibilidad de terminar la violencia a través de la negociación. Sin duda, es un trabajo que se debe continuar a pesar de sus vicisitudes y como muestra del compromiso con la paz y la convivencia respetuosa.

AHORA EN Editorial