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Educación de calidad

Pero el peor aspecto está en la pobreza de la educación que se da en la inmensa mayoría de los colegios que ofrecen ese servicio. La prueba está en los resultados de las pruebas a los estudiantes y en la revisión de los parámetros de calificación exigidos por el Ministerio, en las cuales Cali está en los últimos lugares de todo el país, muy por debajo de las ciudades más importantes de Colombia.

28 de febrero de 2016 Por:

Pero el peor aspecto está en la pobreza de la educación que se da en la inmensa mayoría de los colegios que ofrecen ese servicio. La prueba está en los resultados de las pruebas a los estudiantes y en la revisión de los parámetros de calificación exigidos por el Ministerio, en las cuales Cali está en los últimos lugares de todo el país, muy por debajo de las ciudades más importantes de Colombia.

La semana que culmina fue escenario de protestas contra la reubicación que está aplicando el municipio a los estudiantes vinculados antes a colegios privados. Al final, los compromisos firmados entre el Alcalde de Cali y la Ministra de Educación, testimoniados por el Presidente de la República, indican que se producirá un viraje en un servicio público vital para la sociedad caleña. La protesta se origina en la reubicación de 26.000 alumnos que estaban matriculados en colegios privados mediante el tantas veces criticado sistema de ampliación de cobertura. Ese programa, que en teoría debía servir para mejorar la cobertura y la calidad de la educación, ha dejado resultados deplorables, y ha sido aprovechado más como un negocio que como una oferta comprometida con la educación de calidad.Durante catorce años, esa explotación ha producido uno de los mayores escándalos de corrupción que recuerde la ciudad, y un innegable perjuicio para muchos de los niños vinculados a él. El resultado del primer aspecto está en los concejales y funcionarios que fueron condenados por la justicia en años anteriores, y el descubrimiento de colegios de garaje, de estudiantes fantasmas y de nóminas de profesores inexistentes con las cuales se cobraban los recursos públicos, mientras en los colegios municipales sobraban cupos que no eran utilizados porque se prefería contratar con particulares.Pero el peor aspecto está en la pobreza de la educación que se da en la inmensa mayoría de los colegios que ofrecen ese servicio. La prueba está en los resultados de las pruebas a los estudiantes y en la revisión de los parámetros de calificación exigidos por el Ministerio, en las cuales Cali está en los últimos lugares de todo el país, muy por debajo de las ciudades más importantes de Colombia.Es eso lo que hay que cambiar, así la asociación entre propietarios de colegios, dirigentes políticos y funcionarios agazapados en la nómina municipal se empeñen en paralizar la ciudad mediante protestas que infartan la movilización y despiertan la inconformidad de la ciudadanía. Que se reclame por la educación es un derecho innegable. Pero no parece aceptable que se haga para defender un negocio con tan malos resultados para los niños y jóvenes que deben recibir apoyo oficial.En contraste, el pasado viernes se firmó el compromiso para construir en Cali veinte colegios públicos en los próximos años y para modernizar otros cuarenta. Son trescientos mil millones de pesos que aportarán la ciudad y la nación para mejorar la cobertura y la calidad de la educación pública, dándole el vuelco que la ciudad requiere para eliminar intermediarios interesados sólo en el negocio.Y se anuncia también un vuelco en la forma de vincular profesores, una de las claves para sacar a Cali de la trampa en que cayó por culpa del clientelismo y la corrupción. Aunque sea un compromiso hasta ahora anunciado, la decisión de invertir esa gran cantidad de recursos indica que se producirá un cambio profundo que servirá también para la juventud caleña. Es la manera de romper el círculo vicioso que tiene a Cali en los últimos escalones de la educación pública en Colombia.

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