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¿Dos países?

Difícil de entender lo que está sucediendo en Colombia. Al parecer, la realidad de la política colombiana sigue siendo muy distante de las realidades que atraviesa la Nación y la necesidad de que sus instituciones trabajen de común acuerdo para superar los graves problemas.

18 de octubre de 2020 Por: Editorial .

Difícil de entender lo que está sucediendo en Colombia. Al parecer, la realidad de la política colombiana sigue siendo muy distante de las realidades que atraviesa la Nación y la necesidad de que sus instituciones trabajen de común acuerdo para superar los graves problemas.

Desde hace varios años, la situación de orden público se ha venido agravando con el crecimiento del narcotráfico como motor de una violencia endémica y de una corrupción galopante. Producto de ello, el Estado parece superado en su esfuerzo por controlar la situación, a pesar del esfuerzo constante y comprometido de la Fuerza Pública, y miles de colombianos en la provincia son víctimas o rehenes de una guerra.

De repente apareció la pandemia y con ella la necesidad de reducir el contacto social, lo que llevó a una parálisis de casi seis meses que ha causado daños enormes a la economía, a toda la sociedad y a las arcas públicas. Y aunque las autoridades han actuado con rapidez para atender una emergencia inédita en nuestra historia, está claro que se requerirán decisiones para recuperar al país en un futuro inmediato, además de tomar medidas para evitar lo que puede ser una crisis fiscal de grandes proporciones que golpeará los bolsillos de todos.

Frente a esas realidades, los colombianos encuentran una constante y en veces perniciosa confrontación política que no responde a sus necesidades. Mientras se calientan los motores de lo que será la campaña para las elecciones del 2022, el acuerdo con las Farc sigue siendo bandera de confrontación y en el Congreso siguen naufragando las reformas de fondo que reclama desde hace muchos años el país en la Justicia, en la política, en la salud y en el combate a la corrupción, el peor enemigo de la confianza pública y de la credibilidad de la democracia.

Ahora, y además de las protestas sociales que se toman las calles, la moda parece ser convocar a referendos, como si la democracia representativa ya no fuera la forma de tomar las decisiones que por ley deben asumir el Ejecutivo y el Legislativo. Referendo para reducir el Congreso y acabar la Justicia Especial de Paz. Referendo para revocar el mandato del Presidente de la República elegido en el 2018 con más de diez millones de votos. Referendo para otorgar renta básica para los más pobres, extensión del subsidio a la nómina de las microempresas, alivios a los deudores del Icetex y prohibición de sesiones virtuales en el Congreso.

En fin, lo que está en discusión del mundo político parecía corresponder a otro país con otras instituciones y sin los problemas de los colombianos. Y esa algarabía, sin duda legítima en una democracia, no deja oír el clamor por el acuerdo necesario para sacar al país de la emergencia, para acabar con la violencia que golpea con saña a nuestra Nación o para impedir que se impongan la pobreza y la destrucción de oportunidades ocasionada por la pandemia.

Esa no puede ser la respuesta de la dirigencia política a las urgencias que padece el pueblo colombiano. Es hora de escuchar el angustioso mensaje de un acuerdo nacional para enfrentar el desafío más grande que ha recibido Colombia en toda su historia.

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