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Contra el establecimiento

Ojalá el presidente electo de México interprete que su holgado triunfo es el deseo de cambio de su país, para unirlo y salir adelante. Y no como la posibilidad de venganzas y divisiones tan corrientes en el populismo latinoamericano.

2 de julio de 2018 Por: Editorial .

En su primera intervención como nuevo presidente de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador clamó por la reconciliación de su pueblo, al tiempo que lanzó un mensaje de tranquilidad a los inversores y el sector empresarial. Justamente uno de sus mayores desafíos será cómo superar la polarización de una campaña que estuvo plagada de fuertes tensiones.

La contundente victoria de López Obrador, quien se quedó con el 53,68% de los votos, supone una sacudida política en México. Desde 1988 los tradicionales partidos PRI y PAN han dominado el poder en ese país y por primera vez llega al máximo cargo un representante de la izquierda radical. Con su partido Morena el proyecto político del nuevo mandatario se perfila como la principal fuerza en el Congreso, además de que dirigirá los destinos de Ciudad de México y de varias gobernaciones.

Es el triunfo del tres veces candidato, quien por décadas ha luchado contra todo lo que ha gobernado México. Si bien es una victoria de la izquierda, lo que en verdad refleja esta elección es el rechazo de los mexicanos a lo que sucede en su país. Gobiernos corruptos, un Estado incapaz de resolver la amenaza de la delincuencia, la violencia que ha segado la vida de cerca de 250.000 personas en los últimos doce años. En fin, un cansancio de la ciudadanía que fue aprovechado por quien ofreció una ruptura con el sistema actual.

Esta es la coyuntura más importante en la historia de la democracia mexicana del último siglo. López Obrador derrotó al miedo que su nombre generaba en el empresariado, a los partidos tradicionales, a la maquinaria y a un establecimiento agobiado por los errores de sus dirigentes políticos. No hay duda que por su cercanía con Estados Unidos, por su tamaño, importancia económica y por su liderazgo, lo que ocurra en México repercutirá en todo el continente.

El líder de Morena promete una transformación del país, sin embargo, tendrá que aterrizar a la realidad sus exageradas propuestas de campaña. El presidente electo deberá diseñar un plan contra la corrupción que agobia el país y enfrentar con una política de seguridad eficaz la violencia del narcotráfico que estremece a México.

López Obrador ha dicho que respetará la propiedad privada y que no es una amenaza. Pero los temores que ha despertado son muy grandes. Nadie discute la legitimidad de su amplio triunfo, producto del rechazo a una clase política agotada y corrupta. Pero esto no puede convertirse en un pase libre para la venganza de alguien que ha usado el populismo y la crítica contra todo lo que ha mandado en México.

La pregunta es qué pasará con López Obrador como presidente, y si su llegada significará una nueva revolución mexicana en momentos en que se viven la corrupción, el narcotráfico, la ausencia del Estado y un vecindario en ebullición. Ojalá el presidente electo interprete que su holgado triunfo es el deseo de cambio de su país, para unirlo y salir adelante. Y no como la posibilidad de venganzas y divisiones tan corrientes en el populismo latinoamericano.

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