Editorial

Cali Distrito, ¿para cuándo?

Los pocos intentos por avanzar en el proceso han sido fallidos y no hay claridad de que se logre evolucionar durante la Alcaldía de Alejandro Eder, que ya está en el meridiano de su gestión.

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Cristo Rey es uno de los puntos turísticos más importantes de la ciudad tras su  renovación.
Ni la gerencia que creó en su momento la alcaldía de Maurice Armitage, ni el proyecto presentado ante el Concejo al final del Gobierno de Jorge Iván Ospina dieron frutos. | Foto: Secretaría de Turismo de Cali

7 de sept de 2025, 01:56 a. m.

Actualizado el 7 de sept de 2025, 01:56 a. m.

De Distrito Especial, Cali solo tiene el nombre. Siete años después, y cuando ya han pasado tres administraciones locales desde que el Congreso de la República le otorgó a la capital del Valle el título de Distrito Especial, Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios, ha sido imposible adelantar las reformas que requiere la ciudad para hacer la transición que ordena la ley en un periodo no mayor de doce meses.

Pareciera que la recategorización, que en principio fue un reconocimiento a la capacidad de Cali para mejorar su gestión administrativa, potenciar su autonomía y acercar la gobernanza a la ciudadanía, se convirtió en una complicación a la que nadie le quiere hacer frente. Los pocos intentos por avanzar en el proceso han sido fallidos y no hay claridad de que se logre evolucionar durante la Alcaldía de Alejandro Eder, que ya está en el meridiano de su gestión.

Que un municipio pase a ser distrito tiene, entre otros propósitos, descentralizar la administración pública para hacerla más eficiente, prestar mejores servicios a los ciudadanos y atender de manera más ágil y directa las necesidades de las comunidades.

Para ello se plantea una división geopolítica en localidades, en las que se redistribuyen las funciones del gobierno municipal mientras se les entrega un mayor control sobre las decisiones y sobre el manejo del presupuesto público.

Es, sin duda, una transformación compleja que si no se realiza de forma adecuada puede implicar mayores gastos para el erario, el crecimiento inusitado de las nóminas y los riesgos propios de desconcentrar la toma de resoluciones. Así mismo, la transición conlleva implícita una pérdida del poder y de la capacidad de influir que aún hoy se mantienen en la Administración y en el Concejo locales.

Ahí, es donde posiblemente está la razón para que se haya avanzado casi nada en la implementación que ordenó la ley 1933 de agosto de 2018 con la cual se designó a Cali como Distrito Especial.

Ni la gerencia que creó en su momento la alcaldía de Maurice Armitage, ni el proyecto presentado ante el Concejo al final del Gobierno de Jorge Iván Ospina dieron frutos, y ahora, en la Administración de Alejandro Eder no parece haberse dado ningún paso efectivo en ese sentido.

Lo cierto es que no debería pasar más tiempo para que el título de Cali Distrito Especial, Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios deje de ser un simple membrete en la papelería oficial y se convierta en una transformación real de la ciudad.

La actual Alcaldía tiene el deber de construir una propuesta y darla a conocer a la ciudadanía para su consulta y discusión. Una vez se cumpla ese requisito, la misión del Concejo será hacer un debate profundo y consciente que permita garantizar que se adecúe la administración local a las necesidades de sus dos millones y medio de habitantes, que sea más cercana a las comunidades tanto urbanas como del sector rural, y que tenga mayor capacidad para resolver los problemas que la afectan, que es al final lo que se busca convirtiendo a los municipios en distritos especiales.

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