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Tenemos miedo

Con tan grave situación, uno se pregunta por qué en lugar de poner más recursos para la seguridad en la ciudad, desde el año anterior estos se vienen reduciendo

20 de abril de 2021 Por: Vicky Perea García

No, ni se le ocurra subir a las Tres Cruces a hacer deporte. Y si se antoja de una hamburguesa en el Parque del barrio El Ingenio, aguántese las ganas. Tampoco salga a pasear al perro, búsquele un espacio en su apartamento para que haga las necesidades. Y piénselo no una, ni dos, ni tres veces, mejor analice profunda y detenidamente si realmente necesita salir a la calle y enfrentarse a todo lo que ello conlleva.

Como están las cosas, enciérrese en su casa, corra las cortinas para que nadie vea nada desde el exterior, instale alarmas y videocámaras, no le abra ni al vecino y si puede construir un cuarto del pánico -ese a prueba de balas, de explosivos, donde nadie ni nada entra si usted no lo permite- pues hágalo.

Así, ni más ni menos, estamos los caleños: muertos del miedo, desesperados y con rabia porque los delincuentes y criminales nos quitaron la tranquilidad y las autoridades no dan pie con bola para encontrar la solución al problema que más angustia a los ciudadanos, por sobre el covid, la crisis económica o el desempleo.

Esa criminalidad que nos desborda tiene hoy los rostros de Felipe Tobón; de la joven que con valentía denunció su violación en El Ingenio; de la mujer a la que atracadores en moto la tumbaron y arrastraron frente a todos sin que nadie reaccionara; de doña Vilma la mamá del concejal Tamayo a quien los ladrones se le metieron a la casa, la golpearon y la robaron. Tiene la cara de cada una de las 6300 víctimas del hurto que en el 2020 se atrevieron a denunciar y las de miles que no lo hacen porque no confían en las autoridades ni creen en la Justicia que libera porque sí a delincuentes que reinciden una y otra vez, o temen por las represalias.

Una ciudad donde hay 2,4 millones de personas con miedo. Eso somos. Y en lugar de encontrar las respuestas que esperamos de nuestra administración local, al Alcalde la mejor idea que se le ocurre es sugerir que creemos “brigadas y redes de seguridad ciudadana”. Que nos organicemos para qué, Alcalde, ¿para perseguir nosotros a los delincuentes?, ¿para armarnos y ‘bajar’ al que descubramos hurtando?, ¿para hacer justicia con mano propia como ya ocurre en la ciudad?, ¿para que hagamos el trabajo que es competencia de las autoridades, a quienes el Estado les ha confiado la labor constitucional de protegernos y garantizar nuestras vidas? Claro, debemos estar alertas, avisar y denunciar. Pero hasta ahí.

Con tan grave situación, uno se pregunta por qué en lugar de poner más recursos para la seguridad en la ciudad, desde el año anterior estos se vienen reduciendo -pasaron de $73.000 millones en el 2020 a $54.000 millones para el 2021-.

Por supuesto, la situación económica es complicada por la pandemia y hay que destinar dineros a ayudar a quienes más lo necesitan, pero de pronto se le hubieran podido arañar unos pesitos a la feria virtual o al alumbrado navideño y sacar una tajadita de los $650.000 millones del préstamo que autorizó el Concejo, para comprar e instalar más cámaras de seguridad, para que la Policía tenga más recursos para hacer su labor o para que el Halcón que ha demostrado su efectividad vigilando desde el cielo no esté parado como ocurrió el año pasado por falta de gasolina y mantenimiento.

Yo no voy a pedirle la renuncia a Carlos Rojas. Es el Alcalde en su sabiduría quien decide si su plan de seguridad es el que se necesita o si las declaraciones de su Secretario sobre la “bomba migratoria” son pertinentes en una ciudad donde la xenofobia hace carrera, o si su propuesta de poner a las empresas privadas de vigilancia a hacer de policías es viable y prudente.

Lo que sí sé en mi escaso entender, que es el de cualquier caleño atemorizado por la delincuencia, es que hay que cambiar la estrategia para que se nos garantice nuestro derecho a vivir tranquilos, sin la amenaza de una pistola o un cuchillo apuntándonos en la cabeza para que entreguemos lo que tenemos, incluido nuestro cuerpo para que sea violado.
Sigue en Twitter @Veperea

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