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El pulso

Nada más peligroso en un país que hoy es tierra fértil para los desmanes o la violencia.

7 de febrero de 2023 Por: Vicky Perea García

“No es buena idea que haya una confrontación entre la calle y el Congreso. Es una pésima idea”. La frase es del senador Roy Barreras en su reciente entrevista en Semana, cuando se refería a las marchas citadas para el 14 y el 15 de febrero, una para respaldar y la otra para oponerse a las reformas propuestas por el gobierno del presidente Petro.

Si el congresista más avezado y curtido del Congreso, que además tiene la capacidad camaleónica de cambiar de color político según le convenga, está preocupado por lo que pase la próxima semana en las calles del país debido a las manifestaciones convocadas, los ciudadanos del común tenemos motivos para preocuparnos.

Recordemos cómo nacieron los llamados a esas marchas, que sin duda son legítimas. Primero fue la oposición la que quiso, a través de esa figura que es un derecho constitucional, citar a quienes no están de acuerdo con las reformas legislativas propuestas por el gobierno de Gustavo Petro o que rechazan su forma de gobernar, a demostrar su inconformidad saliendo a la calle el 14 de febrero.

La respuesta del Presidente fue convocar a sus seguidores para que ese mismo día “debatan” en espacios públicos, es decir, también en las calles -o en las afueras de los hospitales como les pidió a las enfermeras- los cambios que se pretenden hacer por ejemplo al sistema de salud o a las pensiones.

Es decir, el Primer Mandatario, la figura llamada a preservar el orden y la tranquilidad nacionales, abrió el espacio callejero para que petristas y antipetristas se tomen el pulso. Nada más peligroso en un país que hoy es tierra fértil para los desmanes o la violencia.

Porque no me vengan a decir que dos marchas opositoras, realizadas el mismo día y en los mismos espacios, pueden transcurrir en absoluta calma en un país que está polarizado y exacerbado desde hace rato, y que tiene gobernantes como el alcalde de Cali que, en lugar de unir a la sociedad en torno a propósitos comunes, utilizan la lucha de clases y las diferencias sociales como su bandera política.

En buena hora la oposición cambió su marcha para el día siguiente. Lo que no es garantía para evitar posibles enfrentamientos. En Colombia hay una bomba de tiempo a la que solo le falta que se prenda la chispa para que todo explote a su alrededor.

En lo personal tengo reparos, como ya lo he escrito, sobre algunas políticas y reformas planteadas por el Gobierno Nacional. Me preocupan la de la salud, el futuro del sector energético, los errores intencionales o no en los discursos de algunos ministros y, sobre todo, la tozudez del Presidente y varios de sus alfiles, cerrados en sus opiniones, que no dan margen al consenso y que incluso tienen ínfulas dictatoriales como las de algunos vecinos que conocemos.

El diálogo y el debate son necesarios, pero bajo unas condiciones y en los escenarios en que se deben hacer. No es en las puertas de los hospitales, en las calles, sin información precisa que permita tener un conocimiento de causa, cerrando los canales de comunicaciones con quienes no están de acuerdo o denigrando del periodismo, como se construyen los cambios en este país.

Hay mecanismos establecidos para garantizar la participación ciudadana o si se quiere para recibir el apoyo a las políticas públicas. Es a ellos a los que debe recurrir el Presidente, no a la protesta como manera de dirimir el pulso entre aliados y opositores.

Y se debe recordar que el canal legítimo para que se hagan las transformaciones que sin duda necesita el país, es el Congreso de la República. Así no nos guste o consideremos -yo misma lo hago- que buena parte de sus integrantes tienen una capacidad perversa de acomodarse a lo que mejor se adapte a sus intereses, olvidándose de su función esencial de ser la voz de los colombianos, a los senadores y representantes a la Cámara los votamos y escogimos nosotros. Entonces exijámosles que hagan su trabajo.

Por ello comparto la preocupación de Roy Barreras -y es tal vez en lo único en que coincido o coincidiré con él-. Es una pésima idea que las reformas se vuelvan motivo de confrontación entre la calle y el Congreso.

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