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La hora de los de ahora

Algo está cambiando en el Valle del Cauca. Hay una nueva generación prometedora de jóvenes talentosos, honestos, trabajadores, educados -algunos- en las mejores universidades del mundo, con experiencia en el sector privado y casi todos en el público.

28 de agosto de 2017 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Algo está cambiando en el Valle del Cauca. Hay una nueva generación prometedora de jóvenes talentosos, honestos, trabajadores, educados -algunos- en las mejores universidades del mundo, con experiencia en el sector privado y casi todos en el público.

Jóvenes viajados, que no se descrestan con el poder porque convivieron con él desde que nacieron, no tambalean ante el dinero porque jamás les ha faltado; jóvenes en cuyos hombros reposa hoy el futuro de nuestra región y que tienen la responsabilidad tremenda de hacer mucho más que tomar whisky en el Colombia y jugar golf en el Campestre.

Comienzo por Juan Mira, presidente de Asocaña; sigo con Alejandro Éder, tan fundamental en la consolidación del Proceso de Paz y ahora tan dedicado a que miremos el Pacífico; continúo con Esteban Piedrahíta en la Cámara de Comercio; Dimitri Zaninovich, nuevo director de la ANI; Juan Esteban Ángel en el Comité Intergremial; Gabriel Velazco en la Andi Seccional Valle, Cristina Arango exgerente de Emcali hoy mano derecha del ministro Cárdenas.

Cómo no incluir a los geniales cocineros Lukas Garcés y ‘Pacho’ Prado; a mi colega Mábel Lara, a Johanna Ortiz, Rodrigo Guerrero y Andy Baiz, tan talentosos como exitosos. Incluyo a María Isabel Ulloa, viceministra de Minas, a Esteban Payán de la Fundación Panthera, al genial arquitecto Alejandro Rodríguez y a Jacobo Álvarez, con su búsqueda incansable de talento caleño.

Ellos, y muchos más que por cuestión de espacio no nombro, tienen hoy en sus manos la responsabilidad de enamorarnos aún más del Valle del Cauca, de reducir esa despiadada brecha social con la que crecimos, de empujar la fascinación nacional por nuestro Pacífico, nuestros ríos, nuestras industrias, nuestra tierra, tan preciosa que es, rodeada de montañas sobre ese valle que se derritió ante los amores imposibles de Efraín y María.

La única forma de construir futuro es amando el presente, amando la tierra que nos vio nacer. Por eso aplaudo tanto la decisión de varios de regresar a Cali, a ponerle el pecho y las ganas a una ciudad prometedora que pide a gritos atención y empuje. Los del pasado hicieron lo que pudieron o quisieron, los de ahora, jóvenes que nos pueden cambiar el futuro, por favor hagan lo que toca.