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Bernardo Peña Olaya

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Una ciudad de sordos

La cultura caleña es de ruido, no por nada aquí se consolidó el ‘sonido bestial’, el silencio está mal visto, el silencio no es una virtud que aquí en la Sultana se admire o al que se aspire

30 de mayo de 2023 Por: Bernardo Peña Olaya

Llegar a casa y encontrarse con que el vecino está cumpliendo años y armó tremenda parranda familiar con la puerta del apartamento abierta y los bafles a ‘todo taco’, soportar el estruendo de las motos sin exhosto que producen ruido de chicharras prehistóricas, enterarse de las ofertas en el negocio esquinero gracias a los parlantes con música a alto volumen, soportar a los conductores que se pegan de la bocinas ante la menor demora, las ambulancias desesperadas en la guerra del Soat con sus sirenas a garganta quemada llevándose por delante lo que se atraviese, escuchar la música que sale de la última moda del ruido: los automóviles con bafles gigantes que circulan en la noche exhibiendo la potencia de su sonido y despertando a los parroquianos que tratan de dormir.

Cali es una ciudad ruidosa, estruendosa, aquí todo es con ruido, mucho: para vender unos calzones, una arepa, una moto, se saca el parlante, se contrata al dj; para celebrar una fiesta, todo el barrio tiene que saberlo y todos tienen que compartir los gustos musicales del celebrante; para acompañar un sancocho el restaurante trae al conjunto musical que rociará con sus voces y sonido el almuerzo haciendo imposible una simple conversación. La cultura caleña es de ruido, no por nada aquí se consolidó el ‘sonido bestial’, el silencio está mal visto, el silencio no es una virtud que aquí en la Sultana se admire o al que se aspire.

El ruido no tiene estrato social, varias zonas tienen sus decibeles por las nubes: Granada, El Peñón, El Limonar y Ciudad Jardín entre otras, el Dagma organiza operativos para controlar el sonido de bares y restaurantes y la Policía atiende cientos de llamadas cada mes para controlar el alboroto que no deja dormir a residentes de unidades residenciales muy respetables. Conozco el caso de un alto funcionario de la ciudad llamado al orden por sus vecinos en un exclusivo sector del Oeste por las continuas fiestas y bochinches que armaba cada semana acompañado de escoltas y miembros de la clase política nacional, caso que recuerda al de la vicepresidenta y su helicóptero Black Hawk que tenía con los nervios de punta a sus vecinos de Dapa, mascotas y techos de las casas incluidos.

El exceso de ruido se ha convertido en un problema de salud pública en Cali, aumenta los niveles de estrés y agresividad con todas sus consecuencias físicas, emocionales y sociales, la falta de civismo también está asociada al exceso acústico. No soportamos el silencio porque tenemos miedo de encontrarnos con nosotros mismos. Termino con una frase de Miles Davis, extraordinario músico y compositor de jazz: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”.

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