Columnistas
Un paso al costado
No deben repetirse experiencias como la de Venezuela, donde, aun existiendo la posibilidad de derrotar a Chávez en las urnas, la oposición se mantuvo dividida...
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4 de oct de 2025, 02:13 a. m.
Actualizado el 4 de oct de 2025, 02:13 a. m.
El proceso electoral con miras a 2026 ha resultado particular y casi pintoresco. Se ha visto un número desbordado de candidatos, pocas propuestas concretas, gran presencia en redes sociales y una notable incertidumbre sobre la evolución de estas aspiraciones, producto de la limitación para publicar encuestas. Es evidente que la inmensa mayoría de estos aspirantes no tienen posibilidades reales de ser elegidos y, con seguridad, buscan algún reconocimiento o fortalecer posiciones de liderazgo en determinados sectores. El problema es que lo que podría parecer lógico resulta peligroso para el país cuando estas ambiciones y vanidades olvidan que aquí se define algo mucho más profundo: el modelo de país que queremos.
Nos encontramos ante la disyuntiva de optar por un país como lo imagina Petro con sus lecturas trasnochadas, que lo asemejarían a Venezuela, Nicaragua o Cuba, o bien un país moderno, que aproveche sus potencialidades y concentre sus esfuerzos no en destruir lo logrado, sino en mejorarlo y complementarlo para alcanzar un desarrollo equitativo e
incluyente. Unos resultados que otorguen mayoría en el Congreso al petrismo, junto a un candidato que continúe por la misma senda, podrían llevarnos a escenarios muy complejos.
Petro tiene muchos defectos, aunque hay que reconocer que sabe hacer política y se dedica por completo a ello. Su estrategia comunicativa es inédita: poner a todo el aparato gubernamental a reproducir sus mensajes y crear enemigos para alimentar discursos efectistas evidencia su escaso interés por gobernar y su prioridad en hacer política con miras al 2026. Sus llamados Consejos de Ministros, lejos de abordar los asuntos de gobierno, parecen un espectáculo para difundir sus divagaciones y atacar a quienes identifica como adversarios. No duda en perjudicar al país si con ello logra crear un enemigo y, mejor aún, presentarse como víctima, como se evidenció en el penoso episodio que protagonizó en Nueva York, con el que logró exactamente lo que buscaba.
Petro no es un aficionado y está decidido a que su proyecto perdure. Es hora, entonces, de que quienes no tienen opciones reales se hagan a un lado, para que puedan perfilarse candidaturas verdaderamente competitivas. No deben repetirse experiencias como la de Venezuela, donde, aun existiendo la posibilidad de derrotar a Chávez en las urnas, la oposición se mantuvo dividida, y cuando estos movimientos se consolidan en el poder pueden permanecer durante muchos años, convirtiéndose en lo que los expertos denominan una ‘dictadura constitucional’.
Estamos aún a tiempo de evitar un desastre de este tipo, pero será crucial el papel de líderes políticos, empresariales y académicos para hacer ver a los aspirantes que llegó la hora de la verdad. Si de verdad no quieren la continuidad de un gobierno como el actual, es imprescindible consolidar candidaturas con opciones reales y que los que no tienen posibilidades den un paso al costado.

Ingeniero industrial, Presidente de Asocaña por casi veinte años, consultor privado y miembro de múltiples juntas directivas en los sectores financiero, industrial, energético, servicios, educativo y de investigación. Escribe para El País hace más de veinte años.
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