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Marcos Peckel

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Ser judío en estos tiempos

Indolencia lacerante que recuerda por qué durante el Holocausto, a pesar de las evidencias de lo que estaba ocurriendo, muchos, gobiernos occidentales incluidos, prefirieron mirar al lado.

25 de octubre de 2023 Por: Marcos Peckel

En mis 16 años de columnista de El País nunca escribí una columna en primera persona, pero quizás a todo columnista le llega el momento de hacerlo y el mío llega en la más trágica de las circunstancias.

Ser judío ha sido, es y seguirá siendo mi mayor orgullo. Pertenecer a un pueblo que ha trasegado por más de 3.500 años en el planeta, que legó a la humanidad los diez mandamientos y valores esenciales que propician la convivencia en sociedad, que de cada catástrofe se levantó fortalecido, que ha preservado unas tradiciones y creencias milenarias en medio de dispersión geográfica y persecución, que ha prosperado y que ha sobresalido entre las naciones de la tierra. Tras dos mil años de dispersión volvimos a nuestra tierra ancestral y creamos el Estado de Israel, orgullo del Pueblo Judío.

Muy a nuestro pesar, también legamos las palabras Pogrom y Holocausto con mayúscula.

Los judíos sobrevivimos a los cruzados, quienes arrasaron comunidades judías enteras, sobrevivimos a la inquisición y a la expulsión de España en 1492 y a la expulsión de los judíos de Irak y otros países árabes, sobrevivimos los Pogroms en Rusia, los libelos de sangre, la matanza de York, las comunidades incendiadas durante la peste negra y ser “Dhimmís” en los califatos.

Los judíos fuimos pioneros de las causas progresistas. Karl Marx, nieto de Rabino, Trotsky, Leon Bronstein, fundador del ejército rojo, Rosa Luxemburgo, fundadora del partido comunista alemán. El Rabino Abraham Heschel acompañó las marchas de Martin Luther King, los camaradas blancos de Nelson Mandela en Suráfrica fueron judíos, entre ellos Ruth Suzman. El movimiento feminista en Estados Unidos fue fundado por una judía, Betty Friedan, mientras que judíos fueron protagonistas en el movimiento por los derechos gay.

Tras la masacre del 7 de octubre, hemos recibido gran cantidad de manifestaciones de apoyo de muy variados sectores. Sin embargo, no podemos sino sentir una profunda tristeza por la indolencia frente a la sangre judía que exhiben toda suerte de personajes y organizaciones que en estos momentos ya se encuentran en febril tarea para borrar lo ocurrido el pasado sábado 7. Las palabras en español se quedan cortas para describir la sevicia con la que los terroristas palestinos desalmados asesinaron, vejaron, violaron, acribillaron, desmembraron, degollaron, quemaron seres humanos por la única razón de ser judíos. El antisemitismo en el planeta entero crece como espuma.

Indolencia lacerante frente a la sangre judía, ya sea de la activista climática Greta Thunberg, partidos de izquierda, promotores de derechos humanos, organizaciones defensoras de las minorías y organismos multilaterales. Las manifestaciones ‘propalestinas’ no son tal, son festivales de odio al pueblo judío y al Estado de Israel. ¿Por qué esos mismos con los ojos enrojecidos de la ira no salieron a la calle tras la limpieza étnica de los armenios en Nagorno Karabaj, o la masacre de los musulmanes Rohinga en Myanmar, o el asesinato masivo de palestinos en Yarmuk por el régimen de Bashar al Assad?

Indolencia lacerante que recuerda por qué durante el Holocausto, a pesar de las evidencias de lo que estaba ocurriendo, muchos, gobiernos occidentales incluidos, prefirieron mirar al lado. “Era sangre judía, esa no importaba”.

El pueblo judío no se arredra. Los que nunca condenaron los asesinatos de judíos que no vengan a dar lecciones de moral. El primer ministro de Israel, David Ben Gurión, el gigante de su generación, proclamó al momento de la creación del Estado de Israel, tres años después de que se apagaran los hornos: “En Israel para ser realista hay que creer en milagros”. Milagro es la existencia del pueblo judío, milagro es la creación de Israel, milagro es la unidad ante la adversidad.

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