Columnistas
Semana Santa sin consejo de ministros
Fortunosamente, solo nos queda una Semana Santa más con un presidente de virtudes desconocidas.

20 de abr de 2025, 01:16 a. m.
Actualizado el 20 de abr de 2025, 01:16 a. m.
Esta semana pudimos recrearnos con los clásicos de estos días. Logramos ver el Mártir del Gólgota, que evoca los sufrimientos de Jesús, y la procesión de la Dolorosa en Mompox y en Popayán. Si el Consejo de Estado no hubiera impedido que la tragicomedia de consejo de ministros se pasara por todos los canales de televisión, Petro habría reemplazado al Mártir, diciendo que nadie ha sufrido tanto como él (olvidándose de tantos a quien ha hecho sufrir en su vida de guerrillero o de pésimo jefe) o que el paso de La Magdalena le corresponde a él, pues nadie ha derramado tantas lágrimas por Colombia como Petro. Obviamente, olvida el llanto que está brotando de los millones de pacientes que ya no tienen acceso a las drogas y que hacen filas eternas para obtener el remedio que por varios meses les ha sido negado.
Lo cierto es que una vez más se observa la trascendencia de la institucionalidad colombiana y las barreras legales para que un régimen presidencial abusivo se convierta en dictadura. Un analista norteamericano debe estar añorando el rol de las instancias jurídicas colombianas y cuán conveniente serían en USA, donde las decisiones del Presidente los pone al borde de la recesión y altera con gravedad histórica el equilibrio entre Occidente y sus antagonistas. Pero en la mente de Petro esta reflexión no cabe. Para él, el presidente Petro puede hacer lo que le venga en gana, porque en su estructura mental la soberbia está en el piso superior. El respeto a la ley y la estrategia geopolítica están en el sótano. Quiere brillar en solitario en el corto plazo, independientemente de las consecuencias legales, económicas o diplomáticas. Petro espera que toda la estructura le acompañe y que aquel a quien haya vinculado al Gobierno marche según sus pretensiones.
Por eso, a los de la Sala del Consejo de Estado les dice: “No me consideran Presidente y por eso no permiten la transmisión del consejo de ministros”. O su malestar con la junta del Banco de la República porque no bajan las tasas de interés a la velocidad que el Presidente quiere. Petro piensa que porque hubo cambio en la conformación de esa junta, los nuevos deben actuar como lacayos y no como economistas. Por eso increpó a José Antonio Ocampo: “El exministro Ocampo debería decirnos por qué recomendó a la persona que yo mismo propuse por su consejo, a la junta directiva, que se alinea más con la hija de la asesora de Victoria (Vicky Dávila)”. Así como es de ingrato con el mejor ministro de Hacienda de su gobierno y quien le sacó adelante la reforma tributaria, así lo fue con Alejandro Gaviria, de quien dijo: “Mi mayor error fue haberlo puesto de ministro de Educación, porque no entró a colaborar con el programa de gobierno elegido por los colombianos, sino que buscó la manera de detenerlo”.
Ingrato con María Constanza García, su exministra de Transporte, y con Patricia Ariza, la ex de Cultura. Álvaro Leyva Durán, excanciller, recientemente se atrevió a decir preocupado con lo que está pasando: “El presidente Petro debe decir que por alguna razón viene perdiendo la capacidad de trazarle a la nación un horizonte ético”. Qué duro leer esto de un tipo como Leyva, tan cercano a la izquierda, a pesar de su origen conservador.
Petro nunca entendería la reflexión de Deepak Chopra sobre esta virtud, porque carece de ella: “La gratitud abre las puertas al poder, a la sabiduría y a la creatividad del universo. Tú abres las puertas a través de la gratitud”. Qué buen mensaje para esta semana que termina. Fortunosamente, solo nos queda una Semana Santa más con un presidente de virtudes desconocidas. En la Semana Santa del 2026 él podría ver ‘Ben-Hur’ o ‘Espartaco’ y descubrir que los guerreros líderes son, ante todo, buenos seres humanos. Si con su vanidad, no los reemplaza por Benedetti.