Opinión
¿Quién será la mujer que a tantos inspiró?
Así terminó alejándose de Dios y de la religión. Donde Dios en su opinión: es una metáfora y la Virgen María un insulto a la mujer.
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30 de jul de 2023, 01:56 a. m.
Actualizado el 30 de jul de 2023, 01:56 a. m.
Quiero hacer una reflexión sobre lo que dice el título de mi columna de opinión hoy, y que es una parte de la letra de Cesáreo Gabarain sobre la Virgen María, debido a la opinión de una mujer muy querida por los colombianos y que quizás, por lo mismo que ella dice, sus padres no le dieron a conocer la tradición católica que se encuentra en la mayoría del pueblo colombiano y que es visible en los nombres de los pueblos, de las personas, y de tantas expresiones humanas. Por su desconocimiento tanto a las imágenes como a lo que representaban, sentía terror al observarlas cuando entraba a un templo y se encontraba con ellas, para así terminar alejándose de Dios y de la religión. Donde Dios en su opinión: es una metáfora y la Virgen María un insulto a la mujer.
Lo importante está en la creencia en Dios y en el crucificado que la aterroriza, no solo a ella, sino a muchos. Recuerdo la película India: ‘Jocker’, que parte de la impresión que le causa a un niño la imagen del crucificado, él sí tuvo un maestro que le dijera por qué tenía esa cara de sufrimiento: “Por nosotros”; le dijo. “Cuando el hombre deje de sufrir, Él cambiará su rostro en alegría, será su gloria, la vida de los hombres”.
Pero también recuerdo lo que nos dijeron sobre las reflexiones del Gran Napoleón en Santa Elena, cuando le tenían allí preso, a su compañero, no de castigo, al general Bertrand, que le cuidaba y después de muchas consideraciones sobre la verdad de Jesús, y la vida de Napoleón, dice: “Ahora que estoy solo y clavado en esta roca, ¿Quién pelea y conquista los imperios para mí? ¿Dónde se encuentran los cortesanos de mi fortuna? ¿Piensan acaso en mí? ¿Quién me ha sido fiel? ¿Dónde están mis amigos? Si dos o tres de vosotros, que vuestra fidelidad inmortalizara, me consoláis en mi destierro. Yo estoy vivo, pero pareciera que estoy muerto. Jesús murió hace muchos siglos y lo siguen, dan la vida por él, lo aman, lo imitan: Él está vivo, yo no”. (Napoleón y el Cristianismo, M. Soler).
Y también tengo presente a Umberto Ecco, que, dialogando con Carlo María Martini, sobre “En que creen los que no creen”, dice: “La experiencia demuestra que solamente nos arrepentimos de aquello que presentimos poder hacer mejor. Quien no reconoce sus errores permanece pegado a ellos, porque no ve nada mejor ante sí y se pregunta entonces por qué ha de abandonar lo que tiene. Todos estos me parecen modos de conjugar esa palabra, «Esperanza», que tal vez no me hubiera atrevido a escribir con mayúscula si usted no me hubiera dado ejemplo. No es pues todavía el momento de dejarse emborrachar por la televisión mientras esperamos el fin”; esto lo concluía cuando el tema a tratar fue darle un sentido a la vida, tocando el tema de la historia.
Y en ella, la ética para concluir en la esperanza, que daba sentido sobre todo a quienes tenían fe, ese era el plus que no tenían los que no creían, por eso quiero concluir con la canción que inicié: ¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor? Le rinden honor la música y la luz, el mármol, la palabra y el color. ¿Quién será la mujer que el rey y el labrador invocan su dolor el sabio, el ignorante, el pobre y el señor, el santo al igual que el pecador? María es, esa mujer.

Sacerdote, párroco en María Madre de la Iglesia en Vipasa y Prados del norte, fue director del Centro de Investigaciones de la Arquidiócesis de Cali, profesor de Teología en el Seminario Mayor San José de Panamá, y párroco en Buga y en Cúcuta. Escribe para El País desde 1999
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