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¿Por qué contra la ONU?

Se le critica desde todos los flancos, se desconocen abiertamente sus mandatos, se atacan sus fuerzas disuasorias. Hasta el daño en la escalera eléctrica de su sede principal fue objeto de ácidas críticas por parte del presidente Trump.

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José Félix Escobar
José Félix Escobar | Foto: El País

29 de sept de 2025, 01:01 a. m.

Actualizado el 29 de sept de 2025, 01:01 a. m.

El siglo y medio que ha transcurrido desde 1870 hasta la fecha presenta dos etapas bien diferenciadas: de 1870 a 1945, guerras por todas partes, incluidos dos enormes conflictos bélicos mundiales con millones de muertos, surgimiento de totalitarismos, etc.

De 1945 hasta hoy el panorama ha sido diferente: un par de conflictos bélicos de cierta magnitud (Corea y Vietnam), guerras de liberación nacional, conflictos limítrofes, pero en general lo dominante ha sido la paz.

La explicación se encuentra en la creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. Las grandes potencias llegaron en ese año a la conclusión de que los mecanismos de diálogo eran mucho más benéficos para la humanidad que las guerras permanentes y catastróficas.

Vale la pena entonces preguntarse por qué la actual arremetida contra la ONU. Se le critica desde todos los flancos, se desconocen abiertamente sus mandatos, se atacan sus fuerzas disuasorias. Hasta el daño en la escalera eléctrica de su sede principal fue objeto de ácidas críticas por parte del presidente Trump.

Como sucede con todas las organizaciones humanas, la tendencia a burocratizarse ha llegado a la ONU. Este es el sobrepeso de las instituciones, contra el cuál hay que luchar de manera constante, tal como sucede con las personas. ¿Qué se pagan sueldos muy altos a los funcionarios, pues ajústenlos?

Desde luego, los espíritus de tendencia absolutista se sienten incómodos con la existencia de un freno internacional que les impida avasallarlo todo. Vale la pena tener en cuenta que hace pocos días el presidente Trump manifestó que él odiaba a quienes se le oponían.

Hay que recordar el fracasado intento de la Sociedad de Naciones, cuyos precarios 18 años de existencia fueron enterrados por los totalitarismos imperantes en 1938. Ni pensar en las decenas de millones de muertos que se hubieran evitado en la pavorosa Segunda Guerra Mundial.

No debe olvidarse en ningún momento que la humanidad desarrolló las armas nucleares capaces de generar destrucción masiva. Si solamente la función de la ONU consistiera en mantener a raya a las nueve naciones con poderío nuclear, estaría más que justificada.

Las tragedias humanitarias, las hambrunas, los desplazamientos forzados, las migraciones descontroladas, toda una serie de sucesos y fenómenos que aquejan al planeta han venido siendo agenciados por la ONU. Con seguridad no de manera perfecta, pero el caos sería total si la ONU no existiera.

Hay que respetar la misión de la ONU. Su función esencial consiste en preservar la paz. Bajo ninguna circunstancia debe convertirse la Asamblea de la ONU en sitio de arengas partidistas y sectarias. Para los vociferantes sin sentido están las plazas públicas.

Ni qué decir de los gobernantes que se olvidan del decoro mínimo que imponen la representación y se lanzan megáfono en mano a tomar partido por unos y en contra de otros, en cercanías de la sede de la ONU. Sucedió hace muy poco y el actor de esta desvergonzada escena fue nada menos que el actual presidente de Colombia.

***

Posdata: Estimados aspirantes a la presidencia de Colombia en 2026: apéense de la vanidad, suspendan la pasarela y ajusten sus deseos a la lógica de las estadísticas. Llego la hora de reducir la lista de aspirantes a los pocos que muestran calidades para ser presidente.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.

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