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Mockus y la ley para todos

Qué paradójico ha sido el final de Antanas Mockus como senador de la república. Sobre todo para alguien que hizo del respeto por las normas su gran motivo de participación en la vida pública del país.

14 de abril de 2019 Por: Pedro Medellín

Qué paradójico ha sido el final de Antanas Mockus como senador de la república. Sobre todo para alguien que hizo del respeto por las normas su gran motivo de participación en la vida pública del país.

Su primera lección la dio cuando, siendo candidato a la Alcaldía de Bogotá en octubre de 1994, se negó a participar en un debate en televisión con Enrique Peñalosa, por considerar que le daba una señal equivocada a la ciudadanía. Ningún experto en mercadeo político o en campañas electorales le habría aconsejado que no asistiera. Pero su argumento era simple: durante la campaña electoral había dicho que el principal problema de Bogotá era que nadie respetaba las reglas. Que era una ciudad sin reglas. Y como el debate había sido promocionado como “un debate sin reglas”, mal podía el participar en un debate sin reglas, cuando la principal tarea de los bogotanos debía ser respetar las reglas.

Fue el primer colombiano que se negó a participar en un debate televisado en horario triple A (7:30 p.m.) un domingo. Al otro día, los periódicos fueron implacables. El Tiempo, en su edición del 25 de octubre de 1994 publicó lo siguiente: “Su silla estaba vacía, tal y como lo mostró a los televidentes el periodista Roberto Pombo, quien iba a ser en encargado de moderar el encuentro”; “Pombo explicó en cámaras que Mockus se había retractado de su participación en el debate el domingo en la noche porque a su juicio, la publicidad con que se anunció el encuentro era perjudicial para la democracia”.

Mockus tenía razón. Bogotá era territorio de nadie. No se respetaba al vecino. Cada quien hacía lo que quería. No había ley ni policía que valiera. No se pagaba impuestos y en las calles regía la ley del más fuerte. Por esta razón, era claro que participar en un debate ‘sin reglas’, no era más que avalar ese estado de cosas. Quizá esa decisión le dio el triunfo que lo llevó a ser el primer candidato independiente en ser Alcalde Mayor de Bogotá.

En su periodo, demostró que un gobernante podía gobernar con el espíritu de la ley. El respeto a las reglas fue el eje de la ‘cultura ciudadana’. En su primer gobierno, todo el esfuerzo apuntó a ese objetivo. Que los bogotanos entendieran que la convivencia tenía límites; que su condición como ciudadanos también les imponía obligaciones (respeto a las normas de tránsito, pago de impuestos, respeto al vecino); y que únicamente lo legal, debía ser lo culturalmente aceptado. Para ello utilizó todo tipo de recursos pedagógicos (mimos, chalecos antibalas con un hueco en forma de corazón o un disfraz de superhéroe que luchaba por las leyes). Su mensaje fue tan trascendente, que la ‘cultura ciudadana’ se convirtió en un objetivo de política de alcaldes y gobernadores del país.

El resto de su vida política siguió guiada por ese propósito. El respeto a las normas fue el mensaje que trató de llevar como funcionario público y pedagogo, como conferencista o profesor universitario. Allí cultivó sus mejores resultados.

Sin embargo, en su propósito por ser senador, desatendió los llamados que él mismo había venido haciendo. Cuando inscribió su candidatura al Congreso, no respetó las reglas de juego que establecen un impedimento para aquel que hubiera celebrado contratos con el Estado dentro del plazo de los seis meses anteriores a su elección. Mockus estaba inhabilitado. Y por eso declaran nula su elección.

Y digo que no terminamos de entender ese final, porque Mockus no sólo debe aceptar su culpa y el castigo que le impone el Consejo de Estado. También porque él mismo, en lugar de decir que va a recurrir a todas las instancias para mantener su condición de congresista, más bien debería pedir a los jueces que anulen los votos que recibió como candidato al Senado, pues estaba inhabilitado para ser senador. Y aceptar la decisión diciendo que la ley es dura, pero es la ley. Y lo más importante, ¡que es para todos!