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¡Más orgullo, menos palo!

La reciente hazaña de dos caleños en el encopetado templo del tenis mundial y la distinción de Cali como Ciudad Destino Cultural de Suramérica son dos hechos que en una semana nos han recordado lo grandes que somos y podemos ser.

17 de julio de 2019 Por: Vicky Perea García

La reciente hazaña de dos caleños en el encopetado templo del tenis mundial y la distinción de Cali como Ciudad Destino Cultural de Suramérica son dos hechos que en una semana nos han recordado lo grandes que somos y podemos ser.

Robert Farah y Juan Sebastián Cabal son dos amigos que desde la infancia empezaron a gestar este sueño que 30 años después se cristaliza y nos hace tan felices. Ellos son el símbolo de la constancia, de la amistad y del apoyo porque, claro, sin los sacrificios de su familia y de una organización como Colsanitas, la historia quizás hubiese sido otra.

El otro reconocimiento, otorgado por los World Travel Awards a nuestra Cali por su enorme potencial cultural, es un sello rimbombante que nos ratifica en lo que somos: un crisol de manifestaciones artísticas, con una nota altísima en sus espectáculos de talla mundial, en su exquisita gastronomía y en esa ruta de sitios que rinden culto a la caleñidad, que en las manos de un excelso escritor costumbrista serían leyenda.

Frente a ambos hechos, a distinta escala, me pregunto si somos realmente conscientes de lo que valemos y de a dónde podemos llegar.
Fíjense, ambos triunfos ocurren en dos campos por los que históricamente nos han reconocido en el mundo: el deporte y la cultura.

No puede haber mejor momento para impulsar una campaña que trascienda lo cosmético y el hashtag ocasional para llegar al ADN de una ciudad donde la idiosincrasia de sus gentes y esa calidez que le arrebatamos al sol y a la brisa son nuestro más valioso símbolo. Una campaña del orgullo pro Cali que nos permita soñar en grande, que vaya más allá de lo político, que nos toque el alma, que nos movilice, que nos ayude a recobrar el amor perdido. Que nos una contra el delincuente, contra la adversidad, contra la dureza de la calle.

Que estas dos celebraciones no sean pasajeras, porque nos suele pasar que después de la emoción dejamos escapar el amor por lo nuestro y rápidamente entramos en un estado de negativismo que nos minimiza como personas, como ciudad: darnos madera venteada, porque para eso también somos muy buenos.

Sí, es cierto que tenemos un montón de problemas por resolver como ciudad, pero estoy segura de que con un cambio de actitud las cosas serían muy distintas. Porque nada bien nos hace compararnos por lo bajo con otras ciudades que tienen los mismos o más problemas pero que su manera de venderse, de asumirse es bien distinta a la nuestra. En eso deberíamos pensar más; en cómo a pesar de todo nos impulsamos y nos hacemos campeones mundiales o destino cultural.

¡Más orgullo y menos palo, mi Cali bella! No hay otra manera de arrancar la maleza que nos impide ver ese bosque fértil y lleno de frutos que explotar. 

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