No vean noticieros, vívanlos

“No vean noticieros”. Lo dijo en un auditorio repleto de estudiantes el exministro Alejandro Gaviria. Allí expuso razones fundamentadas, y ciertas. Entre otras, que los noticieros y las noticias son repetitivas y exasperantes, entorpecen el entendimiento del mundo y nos convierten en espectadores sin memoria donde “el escándalo de hoy reemplaza al de ayer”. Nada más cierto, pero el mundo es así: repetitivo. El año en Colombia comienza siempre con una tragedia o la muerte de una celebridad, y termina con la discusión del salario mínimo.

Me pregunto cuál será el futuro de las noticias, porque seguirán siendo repetitivas, exasperantes y un inventario de la miseria humana. La tecnología ha reducido el tamaño del mundo, ahora todo está cerca, lo que sucedía al otro lado del planeta y tardaba días para llegar a nuestros ojos se puede ver en vivo y en directo a través de la televisión y las redes sociales, y pongo el ejemplo del ataque de Irán a Israel (hace 50 años Israel también acababa de salir de una Guerra), en donde pudimos ver por dónde iban los misiles, calcular a qué hora iban a caer y leer a través de Instagram y Facebook los sentimientos y pensamientos de ciudadanos que a esa hora se refugiaban en búnkeres y cuartos seguros. Prácticamente estábamos ahí.

Dentro de unos años no solo veremos, leeremos y escucharemos, sino que también estaremos allí a pesar de estar en nuestros hogares sin importar dónde vivamos y dónde sea la noticia o el evento; recorreremos las calles de Gaza, acompañaremos a quienes esperan la caída de un misil, asistiremos a la final de la Champions, cenaremos con toda la familia dispersa por el mundo, y esto se logrará con el simple hecho de ponernos unas gafas de realidad virtual que nos lleven a miles de kilómetros sin necesidad de pasaportes y aviones.

El futuro de la información será vivir las noticias, es decir, estar inmersos en ellas, incluso conversar con sus protagonistas, hablar con presidentes, deportistas, artistas y también con bandidos por cuenta de la inteligencia artificial.

Pero nos encerraremos en una realidad propia, en un mundo perfecto hecho a nuestra medida, tal vez sin sufrimiento en el que los algoritmos serán los que decidan qué tipo de universo habitaremos y paradójicamente en la cúspide de las comunicaciones y la tecnología estaremos más solos e incomunicados que nunca.