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Los extremos europeos

Francia, inspiración de tantos, modelo institucional para Estados Unidos y referente legal para América Latina, nos debe servir de espejo.

28 de enero de 2022 Por: Muni Jensen

Dentro de tres meses se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en Francia. A la fecha, según fuentes de Político Europa, el presidente Emmanuel Macrón cuenta con el 24% de la intención de voto, una ventaja mínima sobre la candidata del Frente Nacional, partido de derecha nacionalista, Marine Le Pen. Está casi asegurada la segunda vuelta, pero los vientos cambian diariamente. La impopularidad del presidente está en 58%, su punto más alto en un año en parte por la respuesta al covid, el desempleo, y el conflicto interno sobre la identidad nacional y la inmigración. El descontento con las instituciones y los partidos políticos moderados llega a tal extremo que en una reciente encuesta de Cevipof, dos de cada cinco votantes apoyarían un gobierno autoritario, incluso impuesto por las fuerzas militares. Qué susto.

Los rivales de Macron son reflejo de la rabia nacional. Le Pen, heredera de las banderas de su padre, tiene éxito con su discurso contra la Unión Europea, lo que llama la islamización de Francia y la globalización en general. Recientemente, apareció Eric Zemmour, considerado el Donald Trump francés. A la derecha de la ultraderecha, con su discurso racista, misógino y carismático, le ha quitado espacio y oxígeno al Frente Nacional de Le Pen. Más cerca del centro hay candidatos viables con pocos votos, como Valérie Pécresse y Jean-Luc Mélenchon, pero en las urnas la guerra será en los extremos. Los candidatos a segunda vuelta, diseñada en teoría para favorecer la moderación y la política de centro, aún están en veremos.

Lo de Francia es un fenómeno que se repite en el resto de Europa: un péndulo hacia la derecha, mientras en América Latina baila hacia la izquierda. Lo interesante del fenómeno es que ambos casos son muestra del profundo desencanto por la política tradicional, el desapego a los partidos y falta de confianza en la democracia y las elecciones. En Europa, el hartazgo ha derivado en protestas masivas, pero también en la creación de nuevos movimientos políticos alineados con la xenofobia, el racismo y el nacionalismo extremo. Los partidos más radicales están cogiendo vuelo en Alemania con la Alternativa para Alemania, La Lega en Italia, Vox en España y en los gobiernos de Orbán en Hungría y obviamente Putin en Rusia. Este fenómeno se ha extendido y ya sus líderes han creado lazos internos, un intento por formar un gran movimiento global. Si tiene éxito o no la creación de un movimiento intelectual de derecha está por verse, pero el fenómeno que no se puede desconocer es un creciente y preocupante apetito por los autócratas.

Francia, inspiración de tantos, modelo institucional para Estados Unidos y referente legal para América Latina, nos debe servir de espejo.
Demuestra que el desespero por un mal gobierno no puede convertirse en afición por los dictadores disfrazados de ovejas. Que un presidente malo se debe reemplazar por un presidente bueno, no un tirano. Los retos de la inmigración no se mitigan con racismo ni con nacionalismo, sino con solidaridad y leyes claras. Un político inepto se puede suplantar con uno con experiencia y conocimiento del país, no con un aparecido ni un superconocido sin recorrido en lo público. La solución para la desaceleración económica no es castigar al sector privado, ni acabar con la globalización. Es la lucha contra la desigualdad, la inversión en educación y la creación de reglas de juego claras para estimular la inversión y el comercio. La solución es el público informado por fuentes serias, no los grupos de WhatsApp llenos de fervor y mentiras. El camino hacia un futuro mejor está en el centro, no las fantasías y el miedo oportunista que venden los extremos. El poder de los ciudadanos está en el voto.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen