El sentido de la belleza
Una charla con este nombre puede prestarse a una dispersión similar a...
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3 de feb de 2016, 12:00 a. m.
Actualizado el 20 de abr de 2023, 09:02 p. m.
Una charla con este nombre puede prestarse a una dispersión similar a la que hubo en días pasados en el HAY Festival cuando nos unieron a hablar con este título como derrotero. Ahora pienso que tenía tantas cosas que decir, más al ver a Raimundo Angulo en la primera fila, pero al final, éramos tres autores y un editor, cada uno con unas ideas dispersas que no llegaron del todo a construir vasos comunicantes, pero en el fondo de las cuales había algunas verdades ocultas.Si vamos a hablar de la belleza, como un espíritu, una suerte de alma etérea que nos conmueve y asombra, hay que decir que suele tomarnos por sorpresa, en el momento más inesperado. La belleza es algo que irrumpe de repente, que rompe con lo ordinario, pero al mismo tiempo, es algo que se nos escapa entre las manos, como un espejismo.Si hablamos de la belleza física, nada más alejado de una idea de misterio y asombro que esa supuesta belleza explícita de contornos casi pornográficos donde nada queda a la imaginación. Hay en esta estética una combinación de elementos que resultan contradictorios hasta rayar la locura.Me pregunto, por poner un ejemplo cualquiera, por qué a tantos hombres les gusta la voz infantil de Natalia París. Una mujer voluptuosa, con voz y actitud de niña que se viste de rosado pero lleva ropa interior de encaje y a veces, para completar este Frankenstein, lleva colgado al cuello una Virgen María o una cruz, pues es frecuente que este prototipo de belleza latinoamericana muestre un apego a Dios y sea una ferviente creyente, mientras muestra un pronunciado escote o exhibe unas nalgas de silicona. A mí personalmente me llena de asombro esta combinación de relicarios que no son un rasgo particular si no más bien una generalidad, especialmente en ciudades como Cali y Medellín.A ese Frankenstein le sumamos otros ingredientes, como la ausencia absoluta de vello púbico (tal como las niñas), la fuerza nervuda de un cuerpo masculino donde todo resulta erguido, pero con las curvas de mujer. Es como si la naturaleza, en su estado natural, no pudiese representar la belleza y hubiese que alterarla, una y otra vez, hasta el atrofio y la monstruosidad. Es lo que uno ve a menudo en mujeres de avanzada edad, quienes en una espiral de equivocaciones con las que creen estarle quitando años al calendario, pierden la expresión del rostro y con ellos cualquier posibilidad de despertar asombro, misterio o autenticidad, conceptos que se suponen inherentes a una noción de belleza.Y, por supuesto, no tengo nada contra ellas, o contra nosotras, debería decir, pues dudo escapar por completo al conjuro, lo que me llama la atención es qué sistema de creencias y de valores están detrás de esta producción en masa de una suerte de muñecas inflables de carne y hueso. Cómo combinamos esos valores como las marcas finas (así sean chiviadas), las imágenes religiosas, los íconos infantiles (el forro de celular de Hello Kitty o Mickey Mouse, la voz de niña, la ausencia de vello) y qué hay detrás de esto. Una feminidad de sexualidad muy explícita, pero al mismo tiempo infantil, con aspiraciones de clase y donde la naturalidad se ha perdido en pro de la imitación de unos códigos supuestamente de elite, nos muestra deformados, confusos, frente a un espejo que busca enmendar cada equivoco con otro, hasta el infinito. Aunque nuevamente, no hablé del sentido de la belleza. Aunque al menos volví a intentarlo.

Melba Escobar, Periodista y escritora. En 2010 publicó su novela "Duermevela" y en 2007 el libro de testimonios periodísticos "Bogotá Sueña, la ciudad por los niños" proyecto ganador de una Beca de Creación del Ministerio de Cultura en 2004. Su novela más reciente es 'La Casa de la Belleza'.
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