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La gloria de Córdova

“Nadie entendía más las tribulaciones logísticas para mantener en pie un ejército sin recursos que significaran tributos para los pueblos, que él mismo que venía desde tan lejos trajinando la ventica de los Andes".

20 de noviembre de 2019 Por: Medardo Arias Satizábal

“Nadie entendía más las tribulaciones logísticas para mantener en pie un ejército sin recursos que significaran tributos para los pueblos, que él mismo que venía desde tan lejos trajinando la ventica de los Andes o el ardiente desierto de Atacama, o los embarcaderos sobre las frías aguas australes del Pacífico”, anota Armando Barona Mesa en su libro ‘Córdova, gloria y asesinato del héroe’, recientemente presentado en Cali.

Barona Mesa es también autor de los libros ‘Cali precursora’ y ‘El magnicidio de Sucre’, además de varios volúmenes de poesía, entre los que destacan La Ronda de Las Hespérides, Poemas sobre el Viento y La Sombra del Ruiseñor. Sus libros pueden consultarse en la Biblioteca Virtual Cervantes.

El itinerario del patriota, seguido por la mirada analítica de quien ha dedicado su vida a la investigación histórica, deja ver las huellas más verídicas de nuestra historia en Popayán o El callao, Bogotá, Tunjuelo o Ayacucho, con el sueño de quien ve la historia como un glorioso pasado acumulado, urgente en su revisión, guía para no repetir errores en el futuro.

Su martirio fue en Santuario, Antioquia, a los 29 años. Hoy, cuando recordamos 200 años de historia republicana, el tiempo permite aclarar, entre las brumas de todo o que se ha escrito con respecto a los héroes, verdades apoyadas en documentos que hacen incontrastable la comprensión de la génesis de un pueblo.

Aquí, podemos entender la campaña contra Morillo, en los secretos del Congreso de Angostura, y echar una mirada retrospectiva al ejército de Santander en Casanare. La figura de Córdova, joven altivo, enfebrecido por el deseo de la libertad. Su figura, hecha de la misa argamasa señera de la tierra americana, va a caballo, otra vez, por Zaragoza, Magangué, Mompox, Barranca, Santa Marta, Cartagena.

“Te hablo de los días circuidos por los más finos árboles, te hablo de las vastas noches alumbradas por una estrella de menta que enciende toda la sangre; te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria que cae eternamente en la sombra, encendida, te hablo de un bosque extasiado que existe sólo para el oído y que en el fondo de la noche pulsa violas, arpas, laudes y lluvias sempiternas; te hablo también entre maderas, entre reinas, entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja, pequeña mancha verde de lozanía, de gracia, hoja sola en que vibran los vientos que corrieron por los bellos países donde el verde es de todos los colores, los vientos que cantaron por los países de ¡Colombia!”.

Así describía el sur uno de nuestros más altos poetas, Aurelio Arturo, ese mismo sur que vio cruzar la sombra de los héroes hacia Quito y Guayaquil, que dejó ver, con un brillo de oro viejo, el resplandor de la espada victoriosa en Pichincha, el aguacero negro de Bomboná.

En Europa, cuando alguien quiere mirar debajo de las piedras romanas, recorrer las playas, los arrecifes, mirarse en el espejo de agua de Cerdeña, remontar hasta el Alto Adige y mirar a Alemania, dicen que padece el síndrome de Stendhal, del que quiere ver y sopesar todo para llenar la memoria del mundo.

Este síndrome de Stendhal podemos prolongarlo hacia el deseo envolvente de mirar la historia como lo hace Armando Barona Mesa, sin dejar costuras sueltas en el tiempo.

Creo debemos enorgullecernos de este trabajo que está aquí para ser estudio de las nuevas generaciones, y para ser luz en la posteridad; también, desde luego, el orgullo se alarga a la gracia de contarnos entre sus amigos. Gracias por esta obra que aclara el camino y nos permite ver mejor esa ciénaga difícil y no siempre accesible de nuestra historia.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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