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Las explosiones sociales

En un desesperado afán por entender la proliferación de protestas y marchas que se toman las calles, sin organizaciones ni líderes convocantes ni personaje alguno que pueda manipularlas ni abrogárselas, como ocurrió este 21 de noviembre en Colombia.

21 de noviembre de 2019 Por: María Elvira Bonilla

En un desesperado afán por entender la proliferación de protestas y marchas que se toman las calles, sin organizaciones ni líderes convocantes ni personaje alguno que pueda manipularlas ni abrogárselas, como ocurrió este 21 de noviembre en Colombia. Expresiones ciudadanas que en el caso colombiano el presidente Duque y su gobierno, y en cada país a quien le concierne, deben escucharse con atención, interpretar y entender para encontrar caminos de solución para lograr existencias más amables y mejores para todos. No se puede minimizar lo ocurrido, ni intentar tapar el sol con las manos porque las explosiones sociales no se apaciguan con baños de agua tibia sino con cambios profundos.

Manuel Castells, profesor emérito de Sociología de la Universidad de Berkeley en California dio una conferencia titulada ‘Explosiones sociales: una visión global’, a raíz de los acontecimientos en Chile que forzaron incluso un cambio constitucional, en la que da claves para entender el fenómeno al que estamos abocados hoy en Colombia. Aquí aporto este punteo.

Los movimientos sociales que empiezan a expresarse no son movimientos políticos; los políticos buscan la transformación del Estado, los movimientos sociales son los que buscan expresar la necesidad de cambios, de encontrar nuevas formas de convivencia para hacer las sociedades sostenibles. Los ciudadanos no tienen confianza ni en sus parlamentarios ni en sus gobiernos ni en sus presidentes ni, y sobre todo, en sus partidos políticos.

Hay un rechazo unánime de todos los partidos, que no son considerados legítimos ni viables. Más concretamente piensan que la clase política se ha encerrado en sí misma, solo hablan entre ellos y no se preocupan de los intereses de los ciudadanos, más para vender una opción en un mercado electoral cada cuatro años. Primera consecuencia de esa crisis de legitimidad política: transformación fragmentada y caótica de los sistemas políticos. Segunda, aparición de los movimientos sociales que expresan la emergencia de nuevos valores de todo tipo y tercero, la nueva fase: la de las explosiones sociales. Lo que se da no son movimientos articulados, es simplemente la gente desesperada que no puede más y explota. Y explota en algunos lugares con violencia limitada, en otros con violencia más extrema. Esta violencia no es de provocadores profesionales. Los hay, y hay infiltrados y hay vándalos. Pero no es lo esencial. Lo esencial es cuando una fracción de un movimiento mucho más amplio, democrático, pacífico, no puede más y entonces se enfrentan a las barreras que se le impongan.

Son movimientos con capacidad de expresión, pero no de transformación. Es indudable que el sentimiento de desigualdad crea elementos de revuelta social en algún momento; hay una crítica difusa del poder, sobretodo del poder económico junto al poder político. En fin, lo que está surgiendo son movimientos de reacción, de exasperación, de expresión existencial, una suerte de válvula de seguridad que salta. Es la expresión de un desconcierto social. Y su particularidad es que no ha encontrado un catalizador, pero claramente no quieren ser cooptados por un proceso político. Son manifestaciones de rechazo, de miedo al futuro amenazante que hay que entender y encontrarles respuestas. Con serenidad, lucidez y amplitud mental.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla