El Petro arribista
Impacta ver como Gustavo Petro, tan izquierdista de palabra, a medida que se acerca al poder, busca parecerse cada vez que más a aquellos que vapulea, señala y critica con ferocidad.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

2 de jun de 2022, 11:50 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 04:48 a. m.
Impacta ver como Gustavo Petro, tan izquierdista de palabra, a medida que se acerca al poder, busca parecerse cada vez que más a aquellos que vapulea, señala y critica con ferocidad: los ricos, la oligarquía, los políticos de viejo cuño. No conoce la austeridad y no se ahorró un peso a la hora del despliegue publicitario y manifestaciones de plaza pública a la vieja usanza, financiado con rodos de dinero que alcanzan los $18.900 millones (el tope autorizado era $26 mil millones) provenientes de créditos bancarios otorgados por el sistema financiero del que tanto denigra; paradójicamente quien le prestó la suma mayor fue el odiado Luis Carlos Sarmiento a través del Banco de Bogotá.
Lo embelesan las ceremonias del poder, de ese poder que supuestamente quiere borrar del mapa y de allí los lugares que escoge para sus celebraciones electorales. Alquiló para recibir los resultados de las elecciones legislativas el Hyatt, el hotel más caro de Bogotá -también de Luis Carlos Sarmiento- y para los resultados del domingo pasado, convencido de que se trataba de su proclamación presidencial de triunfo en primera vuelta, el lugar escogido fue el Salón Rojo del Hotel Tequendama, el epicentro del poder tradicional colombiano y de las convenciones partidistas liberales y conservadoras, espacio evocador de los viejos poderes de Lleras, López, Turbay y Pastrana.
Petro está cada día más distante de lo que pretende ser y de sus orígenes, a los que acude solo como recurso para construir un relato de conveniencia, pero lo suyo es el ascenso, no solo político sino social, empezando con su cambio de look regido por patrones de estética convencional; igual sucede con el cambio extremo de su esposa Verónica Alcocer, decididos ambos a acceder a aquellos mundos que en la cartilla ideológica original eran su blanco de ataque. Porque si alguien es transgresor en las formas es Gustavo Petro, dispuesto a reinventarse cada día para acomodarse mejor a los códigos del poder convencional, que finalmente no transgrede, sino que imita.
Fascinado con las extravagancias de Armando Benedetti, figura central en su campaña, organizador de las giras y de los actos masivos, que impuso la movilización del candidato en helicópteros y vuelos chárter, caravanas de camionetas blindadas, motos y escoltas. Cada vez más alejado de su círculo inicial, al que ha aislado para rodearse de los nuevos políticos con los que repite los vicios de la politiquería a la hora de sumar alianzas electorales en ese ritual de hipocresía y falsedad que acompaña la carrera de siempre, por los votos. Hoy aparece es Petro desdibujado, lejos del parlamentario de los debates y los cuestionamientos a las estructuras de poder, y más entregado a las reglas y las concesiones de la vieja política para lograr, a cualquier precio, su propósito de llegar a la Presidencia. Un propósito que creyó tener asegurado hasta el pasado domingo cuando un inesperado rival le aguó la fiesta.
A Petro puede aplicársele el viejo refrán: ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’. Con un discurso atrapa moscas, que suele presentar con un aire de gran seriedad, pleno de frases sonoras, en el más claro estilo sofista, discurso que parece dirigido a la historia y no a la gente de carne y hueso que lo escucha. Un discurso que se adecúa a los momentos y a los auditorios, con una capacidad camaleónica insuperable.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla

Profesional en Filosofía y letras en la U de los Andes. Periodista durante 25 años. Ha sido directora de noticias del Noticiero Nacional, Canal RCN y de las revista Cambio, Cromos y El Espectador. Ha ganado tres Premios de periodismo Simón Bolívar y el Premio Alfonso Bonilla Aragon. Escribe para El País desde el año 2005 con la cual ganó en el año 2008 el Premio Rodrigo Lloreda Caicedo a la mejor columna.
6024455000