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Diomedes, ¡ni en telenovela!

En la obsesión colombiana por convertir los antihéroes, con su carga de...

30 de enero de 2015 Por: María Elvira Bonilla

En la obsesión colombiana por convertir los antihéroes, con su carga de antivalores, protagonistas de telenovelas, no podía faltar Diomedes Díaz con la dosis de melodrama necesario que se le introduce a cualquier libreto. Y en efecto, la historia del cantautor vallenato cambió la dinámica del raiting y colocó por primera vez en varios años, al canal RCN por encima de su competencia en el prime time. La historia casi que cliché del colombiano venido de abajo, con una infancia precaria que se abre camino a punta de talento, en este caso artístico -un compositor e intérprete que enriqueció el vallenato-, toca fibras. Y esto sumado a una producción televisiva que no desmerece pues se vuelve fórmula de éxito. La pregunta es: ¿Cómo van a tratar el lado oscuro de este personaje a quien la fama lo destruyó como ser humano? ¿Se quedarán en una adaptación rosa? Para evitar confrontar la realidad del hombre perverso y manipulador que bordeo todos los límites hasta terminar con su megalomanía en una cárcel condenado a pagar doce años por la muerte de la joven Doris Adriana Niño, quien apareció como un deshecho humano con signos de violencia sexual en su cuerpo, abandonada en una carretera a donde fue tirada por sus escoltas después de una de sus desbordadas parrandas. Un castigo que juez dejó en 6 años, luego en uno y que no le dejó huella porque la libertad no le significó otra cosa que la puerta de entrada a la senda del pasado.El carismático Orlando Liñán representa a Diomedes en sus primeros años de vida quien con una hermosa voz encanta un mundo rural y apacible de La Junta. Logra trasladar al espectador a ese pasado campechano, casi mítico, de juglares y paisajes llanos en la bucólica vereda donde nació y creció el cantautor. Pero hasta allí. Después vendrá la vida tortuosa del adulto que terminó atrapado en su propia fama y construyó ese Diomedes que quiso enterrar sus orígenes y hasta transformar su propio físico a punta de cirugías y de sonrisas falsas con dientes con incrustaciones de oro, al mejor estilo mafioso. De esa narco-cultura que lo arrasó, la misma que se entronizó en el alma colombiana y que acompañada de arribismo, alcohol, droga y todos los excesos que se pueden comprar con dinero no dejó una sola brizna de la ingenuidad y la bondad que se hubieran incubado en aquella vida campesina del César y de la Colombia rural toda. La misma que rodea recurrentemente los programas de entretenimiento de televisión y que marcan la curva ascendente de audiencia.Me temo que la versión telenovelesca del Cacique de la Junta será una simple recreación de todo aquello. De su despliegue de vulgaridad, desparramado en las tarimas o irrumpiendo con el bullicio de las borracheras en las calles de los pueblos, rodeado de jovencitas endulzadas con la seducción de su voz y sus canciones y la arrogancia que le dio para burlarse de todo, de las instituciones, de la Justicia. Muy seguramente esta exitosa telenovela hará de la errática vida de Diomedes Díaz, de su amoralidad, una apología a imitar por los millones de colombianos que la disfrutan embelesados cada noche. Un aporte más a la gran confusión que arroba el mundo y muy especialmente en la que está atrapada la generación del no futuro.