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Desasosiego

Ese mismo desasosiego es el que se siente al comenzar el incierto año 2020 en Colombia. Un leve vistazo a los titulares de prensa y el alma empieza a enchicharronarse, a sentirse sola, apesadumbraba y oscura.

19 de enero de 2020 Por: Mabel Lara

“Todo me cansa, inclusive lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor”, escribía Fernando Pessoa en el Livro do desassossego (libro del desasosiego) que redactó entre 1913 y 1935 y se convirtió en su obra más prolija.


Es sin lugar a dudas una oda a la tristeza acariciada de hastío y desesperanza. Que si pudiéramos ponerle color sería como la escala de los grises que llegan hasta el gris humo, espeso, borroso, sin horizonte.

Ese mismo desasosiego es el que se siente al comenzar el incierto año 2020 en Colombia. Un leve vistazo a los titulares de prensa y el alma empieza a enchicharronarse, a sentirse sola, apesadumbraba y oscura. Es como un cerramiento en el pecho que fácilmente se convierte en lágrima.

Me encantaría escribir mi primera columna del año sobre la esperanza, pero no existen motivos para pensar que nuestro país pueda cambiar el sino trágico de su historia, al menos en los años recientes. El reporte de las Naciones Unidas del asesinato de 19 líderes sociales, casi uno por día en el país; el escándalo de las chuzadas de las manzanas podridas de las Fuerzas Militares que se suman a las denuncias de ejecuciones extrajudiciales; los testimonios dolorosos de las familias de los 22 cadetes de la Escuela General Santander víctimas del atentado del Eln que siguen esperando justicia; la masacre en Jamundí Valle en torno a un nuevo caso de corresponsabilidad entre criminales y uniformados, dan cuenta de la estela de sangre que ha marcado nuestro devenir y que sigue respirándonos en la nunca, cual parca al acecho de cualquier colombiano.

Quienes trabajamos en este oficio todos los días asumimos nuestra tarea de servicio social al informar lo que nos pasa como sociedad, pero es desgarradora, por no decir asqueante la forma como nos seguimos acostumbrando a contar los muertos. Es como si nos hubiésemos convertidos en tanatopractores: técnicos que vía papel periódico, radiofrecuencias radiales y pantallas de televisión intentamos conservar, temporalmente, los cadáveres de nuestros muertos, para luego pasar a otras noticias más divertidas o dirigirnos a las secciones deportivas.

Es el desasosiego como tristeza, o como su etimología lo indica, como falta de sosiego, de paz, de tranquilidad, de reposo que lleva a la desazón, al aturdimiento, la intranquilidad y hasta atolondramiento.

Ese letargo sí que tiene que ver con nuestra naturalización de la tragedia. Adormecidos como estamos parece que nada es suficiente para hacernos despertar y reconocer que somos una sociedad esquizofrénica que aplaude el todo vale, justifica las violaciones, las muertes y las catástrofes.

“El corazón, si pudiese pensar, se pararía”, también nos dice el poeta portugués quién juega a ser otro bajo el heterónimo de Bernando Soares.

Y así nos tocará a muchos, jugar a ponernos la máscara para aceptar la humanidad incierta, el destino mudo y la desolación de enfrentar la realidad del país del que somos parte. Al final, como dice el mismo Pessoa, “vivir es ser otro”.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews