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Arenillo, semillas de reconciliación

Arenillo ha tenido que cargar con la traza de ser una zona peligrosa. Una marca social que desconoce e ignora el coraje de familias que aun en medio de situaciones complejas, persistieron y persisten en mantenerse como comunidad y mostrar las bondades de su presente.

26 de marzo de 2017 Por: Luis Felipe Gómez Restrepo

En la Cordillera Central del Valle del Cauca, repuntando sobre una de sus innumerables montañas entre Palmira y Pradera, se localiza un asentamiento de nombre ‘Arenillo’, cuya población presenta un arraigo de más de cien años. En este lugar, en el que las esperanzas de hacer vida común curtieron y parieron varias generaciones de familias del Tolima, Cauca y Antioquia, las cuales se levantaron bajo la sombra de los arenillos, árboles que prestaron su nombre para bautizar este villorrio.

Cien años reclaman para sí sus pobladores quienes recuerdan con exactitud los nombres y apellidos de aquellos viejos que hicieron florecer este rincón vallecaucano, apenas reconocido entre otros lugares del Valle por su cercanía a la Buitrera, la Reserva natural Nirvana o las residencias campestres objeto del turismo rural en la zona.

Como muchos otros poblados de nuestro país, a Arenillo no le fue ajena la violencia que brotaba del conflicto. Los filos y trochas de esas montañas moldeadas con el esfuerzo del campesinado local, ocasionalmente fueron transformadas en corredores de botas y fusiles de los aparatos militares de todas las tendencias. Sin embargo, ninguna presencia tan crítica como la de un frente de autodefensas durante los años 1999 hasta 2004.

Campesinos de Arenillo narran historias de dolor y muerte, que, sumada a la ausencia estatal, deterioraron la confianza comunitaria, la vida privada y melló las relaciones sociales y sus medios de subsistencia. La sombra de los arenillos entonces ya no cubría la cabeza de los pobladores.

En uno de los tantos hechos narrados, cuentan que, al momento de salir una carga de zapallo para el mercado regional de Palmira, alguno de los armados les marcó con cuchillo las iniciales de su grupo, imposibilitando su salida y la obvia perdida del trabajo. Centenares de armados dispersos en Arenillo, presionó una subsistencia basada en la sobreexplotación del balso, capote, helecho, hierbas del páramo y bosques del lugar.

Arenillo ha tenido que cargar con la traza de ser una zona peligrosa. Una marca social que desconoce e ignora el coraje de familias que aun en medio de situaciones complejas, persistieron y persisten en mantenerse como comunidad y mostrar las bondades de su presente.

Prueba del coraje de la gente buena, se refleja en la gestión de sus líderes, de las familias y herederos de esos pioneros de hace 100 años, y de los que posteriormente fueron uniéndose a hacer vida en Arenillo. El coraje y la dignidad de los lugareños, permitieron a sus organizaciones comunitarias, perdonar a sus agresores, buscar las reparaciones colectivas por los daños sufridos, ensayar nuevas posibilidades productivas para seguir recuperando sus medios de subsistencia y reconciliarse con el páramo y bosques sobreexplotados.

En las visitas a Arenillo, un amigo campesino nos entrega diversas historias, pero además nos entrega sus sueños y esperanzas junto a unas semillas, para que plantemos allí, o en otro lugar. Esto es un símbolo del resurgimiento de la vida en estos tiempos de búsqueda de reconciliación. Estos ejemplos de vida y resiliencia nos deben ayudar a reflexionar sobre la importancia de desarmar nuestros espíritus, y hacernos beneficiarios de los réditos internos y externos del perdón. Son estas, las semillas del Arenillo.

*Rector Universidad Javeriana

Sigue en Twitter @RectorJaveCali

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