Los bloqueos y la economía regional

Hace 20 días por trabajo fui a Popayán. Casualmente, era el día anterior al Congreso Gastronómico, ese evento quijotesco que adelanta anualmente la capital del Cauca y que busca consolidar la Ciudad Blanca como un destino turístico de la buena cocina para complementar su riqueza histórica, étnica y biodiversa. Enrique González Ayerbe le ha dado continuidad con gran criterio al evento creado por su padre Guillermo Alberto González.

Llevábamos adelantado un buen trecho de camino cuando a la altura de La Agustina, cerca de Mondomo, observamos el bloqueo de la carretera Panamericana. ¿Qué hacer? ¿Regresamos? Perderíamos las citas que teníamos conseguidas. ¿Esperar? ¿Cuántas horas? ¿Y los riesgos de quedar en medio de un bloqueo?

Después de aguantar un rato, decidí bajarme del carro y explicarles a los bloqueadores, unas 15 personas entre indígenas y morenos encapuchados, que teníamos reuniones en la Universidad del Cauca, lo cual era cierto. Nos dejaron pasar. Cuando llegábamos a cada cita, la pregunta era la misma “¿Cómo lograron pasar si la carretera está bloqueada?”.

Popayán vibraba de laboriosidad y esfuerzo para el Congreso Gastronómico. Todo el Parque de Caldas estaba rodeado de cientos de stands en los cuales campesinos y emprendedores ofrecerían sus productos. A las 4:00 p.m. regresamos a Cali y la carretera seguía cerrada. Un vendedor de gaseosas nos dijo que estábamos a 5 kilómetros del bloqueo; así de larga era la cola.

Llegué a mi casa 7 horas después, pero mis pensamientos estaban con el evento: Hungría, país invitado. San Andrés, el departamento a honrar con su cocina. Cuantas personas desistirían de ir ante el cierre de la carretera. Cuál sería la suerte de esos cientos de pequeños expositores que habían invertido sus ahorros en los tamalitos, las empanadas, los amasijos, los bocados ancestrales. Fortunosamente, la vía aérea y el compromiso de Kike y de los payaneses salvó el evento, pero no es justo a que esos agresores limiten tantos derechos de miles de viajeros, camioneros, alimentos transportados. ¿Solo vale el derecho de los bloqueadores? ¿Y los derechos de los demás?

La semana siguiente la noticia fue el bloqueo en La Uribe, cerca a Zarzal, en el corazón del Valle del Cauca, también en la Panamericana. Fueron varios días.

La semana anterior y esta vivimos terrorismo urbano en el sur de Cali, frente a la Universidad del Valle. Quemaron dos tractomulas y se robaron una moto de las autoridades, la cual escondieron en el Alma Mater. La cantidad de bombas lanzadas aterrorizaron la zona, afectaron el comercio, el tráfico, el regreso a casa de los trabajadores. Un desastre completo.

En una charla reciente con un destacado empresario de nuestra ciudad, me comentaba por qué está importando por la costa Caribe y no por Buenaventura. La respuesta era incertidumbre en la vía.

No hay derecho, la perdida de competitividad empresarial será cada vez más lesiva para la región si no hay un cambio. Mientras no se ejerza la autoridad y se disuelvan los bloqueos desde un comienzo, estos se convertirán en alternativa recurrente de protesta. Allí los líderes no se reconocen por los argumentos, se autodenominan líderes por su capucha, un machete, una llanta quemada y varias ramas de árboles.

Frente a unas autoridades débiles, con este ‘paquete’ se hacen personajes, negativos, pero personajes, porque tuvieron la capacidad de impedir la locomoción de cientos, de miles de conductores y transeúntes que se sienten desprotegidos en sus derechos y huérfanos de la presencia del Estado.

Por eso, todas esas víctimas votarán por el Cambio, con mayúscula, y contra el que se proclamó gobierno del cambio, con minúscula, porque les quedó grande la promesa. Hay anhelo de autoridad y hartazgo de promotores del caos y la incertidumbre.