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Los ángeles de la música

El ser humano posee la capacidad de amar la belleza, albergando en su interior la huella permanente del amor divino.

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Rodrigo Obonaga Pineda.
Rodrigo Obonaga Pineda. | Foto: El País.

27 de ago de 2025, 02:46 a. m.

Actualizado el 27 de ago de 2025, 02:46 a. m.

El ángel de la música representa un título profundamente personal, nacido de un proceso introspectivo que he evolucionado y fui desarrollando tras escuchar muchísimas veces las mismas obras musicales. Estas experiencias han transformado mi percepción de la música en un auténtico compañero de vida.

Los maestros de la música han sido bendecidos con una chispa divina que les permite transformar sus composiciones en auténticas expresiones de lo trascendental y sublime. A través de sus obras, logran expresar un lenguaje sonoro que se eleva más allá de lo terrenal, convirtiéndose en un reflejo puro de lo espiritual. En cada melodía y armonía, su arte se erige como un puente hacia lo eterno e indescriptible, revelando esa presencia suprema que define la verdadera esencia del arte.

Al conectarnos con las dimensiones más profundas de nuestra alma, podemos valorar con mayor intensidad las inigualables obras del Renacimiento, entre las que destacan las creaciones de Palestrina, Schutz y Morales. A lo largo de los siglos, el propósito de expresar lo divino a través de la música evolucionó hacia formas y estructuras cada vez más refinadas y complejas, consolidándose especialmente durante las épocas barroca y clásica. Estos periodos marcaron un punto culminante en la historia de la música sacra, donde compositores como Handel, Vivaldi, Haydn, Mozart y Beethoven ampliaron los horizontes de este arte, llevándolo a nuevas cimas de expresión y perfección.

Sus piezas no solo impresionan por su refinamiento técnico, sino también por el impacto espiritual que generan en los oyentes, resonando más allá del instante de escucha. Estas obras invitan a contemplar la grandeza de la música y de Dios con profunda reverencia.

El ser humano posee la capacidad de amar la belleza, albergando en su interior la huella permanente del amor divino. Durante el siglo XVIII, el concepto de belleza fue una presencia marcada, y hoy nos sentimos profundamente conectados con ella.

La verdad y la grandeza de esta estética permanecen intacta con el paso del tiempo, no podemos asumir que el hombre de esta época se aferra a lo que está muerto, ya que eso implicaría subestimar un legado que aún apreciamos y continuamos cultivando.

En los siglos XVIII y XIX, la música clásica estuvo marcada por una estética que priorizaba la belleza. ¿Nuestros oídos internos, del alma, están preparados para percibir la grandeza de la música? Creó que sí, porque los ángeles de la música permanecen en nuestra historia y siguen esperando quién tenga el candor de escucharla.

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