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Maduro, ¿otro Bashar?

Nicolás Maduro tiene que abandonar su cargo de presidente de Venezuela y permitir que el país recobre vida y democracia.

7 de febrero de 2019 Por: Liliane de Levy

Nicolás Maduro tiene que abandonar su cargo de presidente de Venezuela y permitir que el país recobre vida y democracia. Su ‘revolución bolivariana’ fracasó rotundamente y arruinó al país. En Venezuela todo anda mal: la moneda no vale nada, ¡con 65.ooo % de inflación!, los alimentos básicos se agotaron, los medicamentos también, más de tres millones de venezolanos optaron por marcharse (y a pie, por falta de otros medios a su alcance) para emigrar a países vecinos (Colombia, Ecuador, Perú, Brasil) y quienes se quedaron ni siquiera podrán beneficiarse de los víveres que les llegan del exterior, bloqueados por orden del Gobierno.

Por otra parte, la oposición política no tiene voz ni voto en Venezuela, las elecciones son amañadas, la información censurada de mil maneras, las cárceles llenas de presos políticos, las ayudas solamente asignadas a los fieles del régimen, etc. Venezuela vive una crisis económica y humanitaria aguda que Maduro y sus roscas ya no pueden camuflar ni banalizar bailando y haciendo chistes grotescos contra quienes cuestionan su administración, en un país que fue, antes de su llegada, uno de los más ricos del planeta. Ideologías obsoletas, corrupción e ineptitud lo destruyeron en pocos años. Conclusión: Maduro tiene que irse y ceder el cargo a gente mejor preparada.

Pero, ¿se irá sin hacer más daño? Es la pregunta del millón. Algunos analistas optimistas creen que sí, porque frente a tanta evidencia de fracaso y la voluntad de desbancarlo de países poderosos, como Estados Unidos, el Grupo de Lima (casi en su totalidad), la Unión Europea (por medio de sus más importantes miembros) y otros, entiende que su hora ha termino. Ya no se trata de imperialismos, ni de ocupación alguna, sino de hacer justicia .

Otros (y me incluyo) no creen que Maduro y sus roscas se irán por la vía amable. Como en todas las dictaduras habrá que sacarlos a la brava. Ellos querrán quedarse, no importa el precio que el pueblo pague en el proceso. Además, cuentan con apoyos todavía consistentes como Rusia, Cuba, China, Turquía, Irán y otras dictaduras que invirtieron fuertemente en la aventura bolivariana y no quieren perder su inversión. En efecto los dictadores no se van por las buenas porque el cúmulo de poder los convence de que son invencibles y pierden contacto con la realidad.

A los analistas les gusta comparar la crisis venezolana con el arresto de Manuel Noriega en Panamá, en 1989, y cuando, en vísperas de la invasión norteamericana, Washington reconoció a Guillermo Endara como presidente, aunque no tuviera el apoyo de los militares. En este caso Estados Unidos actuó solo. Ahora lo acompaña un grupo importante de países del mundo, para reconocer la legitimidad de Juan Guaidó como presidente, aunque tampoco cuenta con el apoyo de los militares, para decirle a Maduro que se vaya cuanto antes.

El ejemplo de Noriega resulta, sin duda, pertinente pero yo encuentro el caso de Bashar al Assad de Siria más aleccionador y alarmante. Bashar lleva más de ocho años aferrado al poder y librando una guerra feroz contra una oposición ávida de cambio. Un cambio que nunca quiso considerar y lo que comenzó como una oposición moderada pidiendo algunas reformas democráticas, se convirtió en una cruenta guerra civil que cobró hasta el momento más de 600 mil vidas, dejó el país en ruinas con pueblos literalmente arrasados y le abrió paso a un peligroso juego político global en el Medio Oriente que amenaza con degenerar en lo nuclear. A pesar de lo ocurrido, Bashar sigue en el poder de Siria, triunfante y sostenido por Rusia, China, Irán, y otras dictaduras. Las mismas que ahora sostienen a Maduro y desean salvar su régimen. Similitud de situaciones que invitan al pesimismo.