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El enigma Carlos Ghosn

Lo arrestaron sin presentar cargos precisos, le impidieron contactar un abogado o a su familia, y lo metieron en detención preventiva, que en Japón puede durar más de 40 días.

29 de noviembre de 2018 Por: Liliane de Levy

¿Quién es Carlos Ghosn? Se trata de un personaje fuera de lo común. Es el director general (en inglés se dice CEO por Chief Executive Officer) de tres muy prestigiosas compañías de automotores -la francesa Renault y las japonesas Nissan y Mitsubishi-.

Le da la vuelta al mundo cada mes para inspeccionar sus filiales y gana un salario de cerca de 18 millones de dólares al año. Tiene 64 años de edad, nació en Brasil, pasó su adolescencia en Líbano e hizo sus estudios universitarios en Francia. Ocupó cargos de suma importancia (en Michelin y otros) hasta llegar a las cimas de los éxitos actuales. De carácter complicado y arrogante, tiene algunos amigos pero muchos enemigos que resienten su comportamiento impositivo.

Hace una semana, Carlos Ghosn llegó a Tokio en medio de una de sus habituales giras mensuales y fue detenido en el mismo aeropuerto de manera violenta y sorpresiva. Lo arrestaron sin presentar cargos precisos, le impidieron contactar un abogado o a su familia, y lo metieron en detención preventiva, que en Japón puede durar más de 40 días.

¿De qué se le acusa? Aparentemente de minimizar el monto de compensaciones (44 millones de dólares) a las autoridades japonesas y la adquisición de propiedades privadas, en Río de Janeiro y Beirut, con activos y ganancias de la compañía. Él niega los hechos. A pesar de ello fue rápidamente depuesto de sus altos cargos en Nissan y Mitsubishi, mientras que Renault delibera al respecto.

Entretanto y sin todavía tener acceso al dossier completo que motivó el arresto de Ghosn, los expertos en todo el mundo reflejan su escepticismo. Muchos creen que detrás de todo el asunto existe una confabulación en su contra para alejarlo del poder que tiene y silenciarlo para siempre.

Para comprenderlo toca dar detalles. Recordar que Ghosn, en su calidad de alto ejecutivo de Renault, entró a Nissan para socorrerlo de una quiebra total y saldarle una deuda billonaria. Además, aceptó el enorme desafío, hizo que Renault se asociara con Nissan y en poco tiempo pagó gran parte de la deuda. Luego se unió a Mitsubishi para montar una alianza sólida y muy productiva con las tres compañías semiunidas.

El plan de unirlas definitivamente lo iba a presentar Ghosn en febrero próximo con buenas posibilidades de ser adoptado. Pero los japoneses no sonaban muy entusiastas y allí aparecen las fisuras que quizás buscaron un divorcio. ¿Por qué? Aparentemente y en gran parte, por motivos culturales.

Después de pasar el tiempo de admiración y de enorme reconocimiento con Ghosn por haber salvado a Nissan -símbolo y orgullo japonés por excelencia-, llegaron la recuperación y los beneficios, los japoneses comenzaron a alimentar segundos pensamientos relacionados con nacionalismos y herencias culturales.

En efecto, la gestión de Ghosn para salvar a Nissan va en contra de los valores japoneses que no se concentran tanto sobre el cúmulo de ganancias de una empresa sino sobre su capacidad de generar empleos para el pueblo. Ghosn hizo lo contrario: cerró centenares de plantas, despidió a miles de trabajadores y no solo eso, contrató a ejecutivos extranjeros y cambió el idioma oficial de la compañía, del japonés al inglés. Cometió errores que borraron con el codo lo que había escrito (con tanto esfuerzo y talento) con la mano.

Por eso el arresto de Ghosn fue tácitamente aceptado por los grandes ejecutivos japoneses en general. No le tuvieron la más mínima compasión. Su reemplazo en la compañía, Hiroto Sikama, solo habló para decir que a Ghosn le habían dado demasiado crédito en la recuperación de Nissan y no lo merecía.