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Hermann Stangl | Foto: El País

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Libertad y felicidad

Decimos tener miles de ‘amigos’ en las redes sociales, pero no conocemos los nombre de nuestros vecinos. Buscamos tener muchos ‘likes’ en un mundo virtual, que no refleja la verdad de nuestro mundo real.

10 de enero de 2024 Por: Hermann Stangl

Precisemos sobre dos importantes conceptos, la ética y la moral, que desempeñan un papel decisivo en el desarrollo de una sociedad libre. La ética es inherente a los valores y principios de cada individuo, promueve el bienestar, la felicidad y la justicia, por lo tanto, proporciona las bases para los sistemas legales. La moral es un compendio de creencias que determina supuestamente lo que es correcto o incorrecto y se encuentra influenciada por las tradiciones, la educación y los aspectos culturales de cada sociedad.

La libertad puede ser interpretada de acuerdo con diferentes perspectivas éticas y morales. Puede ser entendida como la ausencia de prohibiciones externas que impide que los individuos actúen de acuerdo con sus propios deseos. También la podríamos definir como un valor fundamental que propende por proteger los derechos individuales. Recordemos esa famosa frase que quizás muchos escuchamos de nuestros padres cuando éramos pequeños y discutíamos con nuestros hermanos: “Tu libertad termina donde comienza el derecho de tu hermano.”

La declaración universal de los derechos humanos cita: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Son dotados de razón y conciencia, y deben actuar unos hacia otros con un espíritu de hermandad”. Creo que todos los hombres no nacemos libres y tampoco que actuamos con un genuino espíritu de hermandad. La concepción de una libertad absoluta es una utopía, normalmente está limitada por diversas situaciones políticas, sociales, físicas, económicas, tecnológicas, geográficas, entre otras. Los estándares de una sociedad de consumo, que cada vez gana mayor protagonismo, coartan nuestra libertad y ni siquiera nos damos cuenta de ello. Los prejuicios, el miedo y las costumbres coartan igualmente de manera inconsciente nuestra libertad.

El progreso de la humanidad hacia un mundo cada vez más desarrollado debería conducirnos a poseer una mayor libertad y por consiguiente a disfrutar de mayores niveles de felicidad. ¿Será que hoy somos más libres y felices que antes? ¿Es posible que el vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial (IA) nos esté limitando cada vez más nuestra libertad? ¿Será que hoy en día somos más capaces de valernos por nosotros mismos? ¿Son nuestros jóvenes de hoy más recursivos que los de nuestras anteriores generaciones?

Decimos tener miles de ‘amigos’ en las redes sociales, pero no conocemos los nombre de nuestros vecinos. Buscamos tener muchos ‘likes’ en un mundo virtual, que no refleja la verdad de nuestro mundo real.

Conjugando la razón, la consciencia y la hermandad, como está expresado en su declaración universal, la libertad debe ir de la mano con las virtudes, para que así pueda contribuir al bienestar de la humanidad, mejorando sus niveles de felicidad y minimizando su sufrimiento.

Algo nos está sucediendo. La respuesta y la disposición hacia un cambio positivo está en nuestras consciencias. No podemos cambiar el mundo, pero sí podemos tratar de mejorar cada día como seres humanos, ya que el progreso sin felicidad carece de sentido.

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