Columnistas
La tiranía de las minorías
Este fenómeno, que podríamos llamar ‘minoricracia’, está paralizando decisiones críticas en el mundo entero
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8 de dic de 2025, 01:27 a. m.
Actualizado el 8 de dic de 2025, 01:27 a. m.
Vivimos una época paradójica en la que el respeto a las minorías, principio fundamental de la democracia, se ha tergiversado hasta convertirse en su opuesto: el dominio de las minorías. Este fenómeno, que podríamos llamar ‘minoricracia’, está paralizando decisiones críticas en el mundo entero.
Bélgica, que custodia miles de millones de euros en activos rusos congelados tras la invasión de Rusia a Ucrania, impide el plan de la Unión Europea para usar esos fondos en apoyo a Ucrania. Un solo país, motivado por sus intereses económicos particulares, mantiene de rehén a la política exterior de 27 naciones.
Hungría, que importa el 65 % de su crudo y el 85 % de su gas de Rusia, ha sido otro obstáculo permanente en las decisiones europeas. Viktor Orbán se ha convertido en el interlocutor más útil de Putin dentro de una Europa que intenta unir su postura ante la invasión de Ucrania. La dependencia energética de Budapest le otorga un poder de veto desproporcionado sobre la seguridad continental.
Hoy España ofrece un ejemplo aún más descarnado de este fenómeno. ‘Junts per Catalunya’, con apenas 7 diputados de los 350 que conforman el Congreso español, ha logrado paralizar la agenda legislativa del gobierno de Pedro Sánchez. Un partido que representa menos del 2 % del Congreso tiene amarrado a un gobierno que cuenta con el respaldo de múltiples fuerzas políticas.
En este lado del Atlántico, Estados Unidos viene mostrando un espectáculo deplorable: la riña de las minorías en el Congreso a la hora de aprobar la elevación del techo de la deuda. El chantaje permanente consiste en hacer caer al país en default o incumplimiento generalizado de sus obligaciones.
China, no obstante su gran población, es una minoría frente al resto de naciones que quieren que se reconozca la independencia de Taiwan. China siempre veta esta idea. Un solo país decide por millones.
En Colombia conocemos bien este fenómeno. Cualquier minoría con capacidad de movilización cierra una vía, paraliza un puerto o bloquea el país entero. El derecho a la protesta se ha convertido en la decisión de impedir la movilidad de millones, para satisfacer los intereses de unos pocos.
La democracia exige un delicado equilibrio: las mayorías deciden, pero respetando los derechos de las minorías. Lo que no puede permitirse es que las minorías tengan poder de veto sobre las mayorías. Eso no es democracia. De lo contrario, seguiremos prisioneros de los más pequeños en número, pero más audaces en sus exigencias. Casi siempre la audacia es sinónimo de irresponsabilidad.
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Posdata: Hace poco el presidente de Colombia se supone que amenazó al de Estados Unidos pidiéndole que no despertara al jaguar. Hay que recordarle al mandatario colombiano una lección elemental de aritmética y zoología.
Si el jaguar asistiera a una clase de biología, sabría que nunca debe enfrentarse a un tigre mucho más grande. Estados Unidos representa el 26,8 % de la riqueza mundial. Colombia, el 0,39 % de la economía global. La desproporción es brutal: uno frente a setenta.
No se trata de aceptar cualquier atropello. La soberanía nacional es sagrada y debe defenderse con dignidad e inteligencia. Pero la retórica belicosa no es estrategia, es imprudencia. La diplomacia inteligente reconoce las asimetrías de poder y actúa en consecuencia.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.
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