Columnistas
La segunda opinión
Pero en la medida de lo posible, el paciente con una situación clínica que no se resuelve, debe buscar con otro profesional, una segunda opinión sobre su problema clínico...
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12 de oct de 2025, 01:22 a. m.
Actualizado el 12 de oct de 2025, 01:22 a. m.
La consulta entre colegas, cuando el caso es difícil, representa un ejercicio saludable e idóneo. Sin embargo, este intercambio es cada vez más complicado por la crítica situación del sistema de salud y el escaso tiempo del que cada profesional dispone para atender las necesidades de sus pacientes.
Pero en la medida de lo posible, el paciente con una situación clínica que no se resuelve, debe buscar con otro profesional, una segunda opinión sobre su problema clínico, especialmente cuando se dan las siguientes circunstancias:
- El médico muestra resistencia a recibir opiniones de otros colegas.
- El paciente lo desea y está en condiciones de conseguir al otro profesional.
- No ve progreso en su tratamiento actual.
- La propuesta del médico le genera incertidumbre.
- El médico no explica con claridad las razones que lo llevaron a elegir determinado procedimiento.
- El paciente se da cuenta que el médico no le está prestando atención o no muestra interés real en su caso.
- El tratamiento propuesto le deja al paciente la sensación de una decisión apresurada.
- El tratamiento propuesto por el médico es impositivo e inapelable. Por ejemplo, cuando propone: “Si no se lleva a cabo el procedimiento que estoy proponiendo, las consecuencias pueden ser muy graves”.
- El médico tiende a minimizar los riesgos, el dolor y la incomodidad de un procedimiento determinado. Por ejemplo, cuando sugiere que el tratamiento propuesto no tiene ningún riesgo.
- El procedimiento propuesto tiene como objetivo alargar la vida del paciente (aumentar la expectativa de vida) a través de medios artificiales en condiciones de sufrimiento para el paciente (disminuir la calidad de vida). Y sin ninguna posibilidad de mejorar.
- El médico “para evitar los efectos secundarios o el riesgo de una adicción” en pacientes terminales, no utiliza hipnóticos, analgésicos potentes o tranquilizantes en los casos de insomnio pertinaz, dolores insoportables, o angustias severas.
- El médico ignora las circunstancias psico-sociales del paciente. Por ejemplo, cuando sugiere que la intervención quirúrgica propuesta le mejorará la calidad de vida al paciente: “Podrá salir de compras, ir a la iglesia, hacer el mercado, ir al cine, viajar, etcétera” ignorando que dicho paciente lleva años sin salir de su casa porque sufre de un trastorno fóbico muy severo.
- El médico propone un procedimiento, pero desconoce las circunstancias económicas del paciente. Ignora si a la familia le toca endeudarse, vender sus propiedades o emplear una parte importante de su capital para poder atender el tratamiento.
- No presenta con claridad y objetividad los pros y los contras (incluyendo el pronóstico y las posibles consecuencias que puedan surgir) del procedimiento propuesto para que sea el paciente, con el apoyo de su familia, quien defina si lo lleva a cabo o no.
Cuando un médico muestra algunas de las características anteriores, y asumiendo que se puede dar ese lujo, el paciente debe consultar con otro profesional. Tal determinación es un derecho fundamental.

Carlos E. Climent es médico de la Universidad del Valle y psiquiatra de la Universidad de Harvard. Durante30 años trabajó en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle, y durante 20 se desempeñó como miembro del Panel de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud.
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