Columnista

La guerra sin fin

Ni antes, ni ahora, esta guerra ha servido para resolver el problema de salud pública generados por la adición a las sustancias psicotrópicas.

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Carlos Jiménez

10 de oct de 2025, 01:31 a. m.

Actualizado el 10 de oct de 2025, 01:31 a. m.

A mí no me han sorprendido las últimas novedades en la interminable guerra contra el narcotráfico. Ni la descertificación del gobierno del presidente Petro, ni el envío de una flota de barcos de guerra a las aguas cercanas a Venezuela con el propósito oficial de cortar el contrabando de drogas a Estados Unidos. Ambas son medidas políticas.

La primera, porque no tiene justificación técnica alguna la descertificación, vistos los excelentes resultados obtenidos por nuestra Policía y Fuerzas Armadas en la erradicación de cultivos de coca y en la captura de depósitos y envíos de cocaína. Si la misma se produjo fue por razones políticas.

La presión ejercida ante las autoridades de Washington por enviados de la oposición extremista colombiana al presidente Petro, que, con tal de desprestigiarlo y deslegitimarlo, están dispuestos a hacer lo que sea. Inclusive a dañar el buen nombre del país y a devaluar el trabajo realizado por nuestras fuerzas armadas y policiales.

Con Venezuela también han obrado motivaciones políticas. En su caso, la hostilidad manifiesta del propio presidente Trump hacia el gobierno de la hermana república. Él fue quien impulsó, durante su primer mandado, el drástico régimen de sanciones que puso a la economía y a la sociedad venezolana al borde del colapso. Y es él quien ha ordenado ofrecer 50 millones de dólares por la cabeza del presidente Maduro y el despliegue naval en sus costas. Quiere derrocarlo a como de lugar.

Repito: nada de esto me ha sorprendido. Porque sé bien que la guerra contra el narcotráfico tuvo, desde sus comienzos bajo la presidencia de Richard Nixon, motivaciones políticas. Entonces se trataba de tener un pretexto para perseguir a los hippies y a las Black Panther y hoy, para acosar a los presidentes latinoamericanos que resultan díscolos: Claudia Sheinbaum en México, Nicolás Maduro en Venezuela y a Gustavo Petro en Colombia.

Ni antes, ni ahora, esta guerra ha servido para resolver el problema de salud pública generados por la adición a las sustancias psicotrópicas. Las adiciones no hacen más que crecer, y si algún cambio ha ocurrido, ha sido inducido por las variaciones en la oferta: marihuana, cocaína, crack, éxtasis, fentanilo... La demanda crece, quizá porque en este valle de lágrimas no hay quien lo aguante a palo seco. En cambio, es seguro que habrá guerra al narcotráfico mientras la financie la prohibición de la oferta de psicotrópicos.

Historiador y crítico de arte. Profesor de la Unviersidad Europea de Madrid y corresponsal de la revista ArtNexus en España. Es columnista del diario El Pais de Cali desde 1994.

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