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Un gobierno sin narrativa

La Administración Santos comunicaba muy bien. El mundo entero conoció y apoyó las negociaciones de La Habana. El problema fue que Uribe comunicó mejor y vendió un producto más comercial: el odio.

26 de diciembre de 2018 Por: Julio César Londoño

A Juan Manuel Santos lo criticaron por no ‘vender’ bien la paz. Estaban equivocados. La Administración Santos comunicaba muy bien. El mundo entero conoció y apoyó las negociaciones de La Habana. El problema fue que Uribe comunicó mejor y vendió un producto más comercial: el odio. ¿A quién diablos le interesan las buenas noticias?

Algunos analistas explican el bajón del presidente con el mismo argumento: Duque no comunica, dicen. Se equivocan. Lo que le falta a esta Administración es relato. No tiene una narrativa definida. Está llena de contradicciones. Por lo tanto sus comunicados llevan siempre una alta dosis de ‘ruido’, de interferencias.

Ejemplos.

Duque proyecta una imagen moderna, joven, fresca, limpia, pero el Centro Democrático es regresivo y turbio, y sus principales líderes son hombres mayores. Su nombre está fatalmente asociado al paramilitarismo, las iglesias y la intolerancia. Recordemos que Duque llegó al poder con una coalición de partidos tradicionales liderados por hombres cercanos a los 70 años de edad… y esa deuda no se ha pagado.

El presidente repite que no quiere hacer trizas la paz, y le creemos, pero nombra en puestos claves para la implementación de los acuerdos a personas que han mostrado una hostilidad muy fuerte a todo lo que signifique Farc, acuerdos, memoria, victimas, restitución de tierras o desarrollo rural.

El 7 de agosto Duque prometió que no gobernaría con retrovisor. El mismo día Ernesto Macías escupió 48 minutos de acusaciones contra la Administración Santos. Desde entonces, todos los días, algún alto funcionario del gobierno mira hacia atrás y descubre los errores de Santos. El más grueso es que el país está desfinanciado en una cifra que empezó en 25 billones de pesos (luego fueron 20, luego 14). Sin embargo, el gobierno aumentó el presupuesto de la Defensa en tres billones y el de Educación en 4,6 billones. El primero se hizo de manera espontánea. El segundo requirió varias semanas de protestas estudiantiles. Al tiempo, Kalmanovitz denuncia que las exenciones tributarias a los grandes capitales le costarán al Estado nueve billones de pesos. Al tiempo, la Auditoría General de la República denuncia que hay 20 billones de pesos sin ejecutar, que están en la banca privada y su rendimiento es cero.

Duque busca la unidad nacional, pero recibe un país altamente polarizado por su mentor.

La lucha contra la corrupción es una bandera del presidente y un clamor nacional, pero Uribe se opuso a la Consulta Anticorrupción, Carrasquilla tiene rabo de paja, el CD defiende al fiscal y a L. C. Sarmiento, el gobierno pone en la OEA a Ordóñez, destituido por corrupción, y el embajador en Washington intercede por Arias, inhabilitado por 14 años por Ordóñez.
El gobierno repite que no dará un gramo de mermelada a nadie, pero incluye en la reforma política una cordillera de chocolate: el Congreso manejará el 20 % del presupuesto nacional.

Las narrativas de Bolsonaro, Trump y Marine Le Pen son coherentes. Horribles pero coherentes. Hablan siempre el mismo idioma nacionalista, xenófobo, homófobo, autoritario, regresivo. Es muy antipático para el pensamiento liberal… ¡pero es música para otros oídos! Igual sucede con Maduro y Ortega y sus ministros, en cuyos discursos siempre hay un amor, “el pueblo”, y dos ogros, el imperio y las oligarquías.

Pero aquí no pasa un día sin que afloren las contradicciones entre el CD, los ministros y el Presidente. Angustiado, Uribe le implora a Duque que enderece el rumbo. ¿Cómo entenderlo? ¿Le ordeno que me desobedezca?

Sigue en Twitter @JulioCLondono