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El perro del imperio

Ignoro si sus móviles últimos serán nobles, pero a mí me simpatizan...

18 de julio de 2013 Por: Julio César Londoño

Ignoro si sus móviles últimos serán nobles, pero a mí me simpatizan Assange y Snowden. Cómo no simpatizar con dos fulanos que son capaces de poner en ridículo la inteligencia del imperio y de ‘chuzar’ a una superagencia encargada justamente de ‘chuzar’ a todo el mundo, desde el rey hasta el palafrenero.Quién no se divirtió cuando WikiLeaks le puso el altavoz a lo que mascullaban los embajadores norteamericanos en la red: Cristina es una gorda insufrible… América Latina hiede… Las inútiles homilías del Papa… Todavía el Departamento de Estado está enviando explicaciones, flores, diamantes y cancilleres a los cuatro puntos cardinales para recuperar siquiera parte del enorme capital perdido entonces, la confianza.Si lo que hace la NSA es tan benéfico para el mundo, ¿por qué no se lo habían dicho al mundo, o al menos a Occidente? ¿Temían que los abrumara nuestra gratitud? Nadie pide que nos cuenten los detalles de sus secretos militares, pero tenemos derecho al menos a conocer la línea gruesa de proyectos cuyos tentáculos entran en nuestras alcobas, piensa uno. Al fin y al cabo, es la gente la que paga esos proyectos y elige a los estrategas. ¿O es que somos adultos para elegir y pagar, y niños para todo lo demás?Con todo, estos reveses dejan una lección muy tranquilizadora: los imperios son vulnerables. Sus mismas máquinas de guerra pueden volverse contra ellos. O para decirlo con un antiguo proverbio: Tarde o temprano, el perro morderá al amo.Habría que tener más cultivos y menos perros, pero entonces el hombre no sería hombre sino ángel, y habría entendido hace rato la advertencia de Paul Valéry: “Un edificio social es más sólido cuando necesita menos fuerza para sostenerse”.Otra cosa que tranquiliza si se piensa en engendros como los de la NSA, es que sus máquinas abarcan más de lo que aprietan. Pueden grabar miles de millones de conversaciones, sí, pero cómo las analizan. El software más agudo todavía los dejará con el problema de poner a miles de personas a analizar con inteligencia humana millones de mensajes ‘sospechosos’ o ‘interesantes’ detectados por el software. Y cómo mantener bajo control tantas personas. En algún momento salta un Snowden… ¡y el perro muerde al amo!Claro que si usted todavía vive en un mundo en blanco y negro, si es ciego para los matices del gris y piensa que Obama es el bueno y Ahmadineyad el malo, dirá, como el estadunidense promedio, que Snowden es un traidor y que sus actos atentan contra la seguridad nacional. Mire, buen hombre: Obama, Ahmadineyad y todos los presidentes son apenas alfiles de los plutócratas, los verdaderos dueños del mundo. Y al plutócrata, hasta usted debe saberlo, lo tienen sin cuidado esas antiguallas llamadas ideologías, y mucho menos esas reliquias llamadas religiones, y esa ternura apolillada, la patria. El plutócrata nunca pregunta la religión, la nacionalidad ni la ideología de sus clientes, ni lo desvela la indefensión del pueblo, ni lo conmueven la belleza y la fragilidad del páramo de Santurbán, digamos. El plutócrata es una auténtica inteligencia artificial. Ahora, si lo piensa un segundo, usted comprenderá que todo lo que atenta contra la seguridad de los Estados Unidos, contribuye a la seguridad del planeta.