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El mundo no se va a acabar

Demostrar que el progreso es un cuento chino, que el hombre no...

30 de junio de 2011 Por: Julio César Londoño

Demostrar que el progreso es un cuento chino, que el hombre no es lobo para el hombre sino hiena y que el mundo se va a acabar en el 2012, o antes, es fácil. Basta abrir los diarios y comprobar cómo suben las tasas de criminalidad, los presupuestos de la guerra, los niveles de contaminación, los casos de corrupción, la puntería de los francotiradores y las tarifas de las tiradoras. Como si fuera poco, el sistema bancario mundial se tambalea, el desempleo está disparado y el comercio se ha contraído.Harto de estos trenos apocalípticos, Matt Ridley, el autor de Genoma, ha escrito un grueso volumen que contiene mil y un argumentos y estadísticas para demostrar que el mundo no ha hecho sino progresar de manera maravillosa y sostenida desde el año 10.000 antes de Cristo hasta ayer. Por ejemplo: el PIB per cápita mundial pasó de 400 a 6.000 dólares en los últimos 2.000 años (todo en dólares de 1990). La esperanza de vida paso de 48 a 67 años entre 1950 y 2005. La producción de cereales pasó de las 80.000 toneladas de 1959 a los 2,5 millones de toneladas de 2005, ¡y sin aumentar el área cultivada! Las muertes relacionadas con la mala calidad del agua bajaron de Estados Unidos de 300 por cada millón de habitantes (1900) a cero (1960). La tasa de incremento de la población mundial bajó del 2 % de 1965 al 1,7% de 2005. El producto mundial pasó de los 4,9 billones de dólares de 1950 a los 38 billones de dólares del año 2000 (dólares de 1990). La emisión de monóxido de carbono en los Estados Unidos se redujo en un 50% entre 1980 y 2008. La temperatura de la capa de hielo en Groenlandia se ha estabilizado alrededor de los -34 °C en los últimos 13.000 años, en contraste con las bruscas variaciones sufridas en los 27.000 años precedentes. (El optimista racional, Taurus, 2010)El índice Gini del mundo ha descendido de manera sostenida, con excepción de Estados Unidos, Gran Bretaña, India, China, Haití, Afganistán, Ruanda, Congo, Liberia, Sierra Leona, Somalia y Colombia, países en los que ha aumentado la desigualdad.Con estadísticas en la mano, Ridley demuestra que las cuatro necesidades humanas básicas -alimentación, vestido, combustible y vivienda- han bajado de precio considerablemente en los últimos dos siglos.“Comparado con el promedio de 1955, el terrícola de 2005 gana tres veces más dinero, come un tercio más de calorías, entierra un tercio menos de sus hijos y espera vivir un tercio más de vida” (pág. 25). Hay un dato que me interesó personalmente: con una hora de trabajo, hoy podemos pagar 300 días de luz eléctrica para leer. Con una hora de trabajo de 1800, apenas habríamos podido pagar diez minutos. No sé si somos más felices ahora que hace 500 años. También ignoro si los pobres somos más felices que los ricos (hay estadísticas que aseguran que los colombianos somos más felices que los canadienses… Pero no ve uno muchos canadienses emigrando a Colombia). En cualquier caso, el libro de Ridley demuestra que ha aumentado el nivel de bienestar en el mundo, y me está ayudando a recuperar la fe en el progreso, en la tecnología y en la humanidad. Sin embargo, los “profetas del apocalipsis” son necesarios. Gracias a ellos hoy está en la agenda una materia que no figuraba hace 40 años, la ecología.