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Las novias del Gato

La exposición que por estos días realiza el Museo La Tertulia con...

20 de diciembre de 2014 Por: Julián Domínguez Rivera

La exposición que por estos días realiza el Museo La Tertulia con la obra del maestro Hernando Tejada, me ha traído a la memoria cómo logramos que su espíritu lúdico se apropiara de la ciudad. Corría 2006. Cali estaba sumida en quizá su mayor depresión anímica por cuenta de las secuelas del narcotráfico y la corrupción pública, por lo cual necesitábamos encontrar un símbolo que sirviera de linimento al espíritu colectivo, aprisionado por tales lastres. Un día deambulando por Nueva York tropecé de sopetón con una vaca en plena Quinta Avenida. Era de acrílico y estaba pintada de dos colores. Tenía falda y una hermosa blusa preñada de lentejuelas.Regresé a Cali preguntándome si haciendo algo similar podíamos recuperar un símbolo de la ciudad, con el que pudiésemos juguetear y cambiar ese sufrido estado anímico. Insistentemente con mis compañeros de la Cámara de Comercio, que a veces me escuchaban con escepticismo, empezamos a buscar ese símbolo que se convirtió en legión en otras latitudes. Descubrimos que las vacas en cuestión venían de Chicago, que había perros chihuahuas en las calles de París provenientes de México, caballos de Texas y flamingos de Miami.Pensamos en las multicolores macetas que los padrinos regalan a sus ahijados el Día de San Pedro y San Pablo y en la espigada caña de azúcar, entre otros símbolos propios de nuestra cultura. Y un día llegamos al espíritu de Tejadita, quien ya había muerto y se había caracterizado por ser un artista de carácter burlón y suspicaz en su obra y en sus acciones. La picardía de sus gestos, sus palabras zumbonas, su segundo sentido, su éxito con las mujeres hacían de él un ‘caleño’ de esos que aún mantenían el espíritu libre, que no se rasgaba las vestiduras diciendo que todo estaba perdido. Parecía que su vida ya era atemporal, por lo cual logró sobreaguar por esas corrientes procelosas. Y allí estaba para evidenciarlo un hermoso Gato junto al río, otros de nuestros símbolos que nos dan vida y podía inspirarnos en la ciudad abatida.Buscamos la forma de poner a jugar a toda la ciudad con el Gato de Tejadita a través de buscarle una Novia. El diseño de las mininas se hizo en fibra de vidrio bajo la diestra mano de su sobrino Alejandro Valencia. Después realizamos la convocatoria a los artistas que gustosamente se prestaron para intervenir las Gatas y así infundirles personalidad, para que el pueblo de Cali decidiera cuál de ellas debería ser la Novia del Gato. Cada uno de los artistas describió con bella prosa la personalidad de su gata y una noche de octubre llena de luces fueron descubiertas las Gatas del Río. Luego, los centros comerciales amanecieron con urnas para votar, se abrió en internet una página especial para hacerlo y la respuesta fue tal que las votaciones superaron las que se habían registrado tres años antes para escoger Alcalde de la ciudad. La ciudad respondía más con su alma cívica y alegre que a las lúgubres elecciones de la época. Finalmente fue escogida Fogata, la Gata del maestro Molano.Cuando quisimos seguir con el programa itinerante, empezamos a recibir un plebiscito aun mayor de que las Gatas no abandonaran al Gato de Tejadita. Y así terminamos por construir el bello parque que hoy las engalana, que se conserva gracias a su propio deseo y al del pueblo de Cali.He pasado por el lugar a todas las horas, aun en la madrugada, y nunca las Gatas están solas. Alguien está allí, un par de enamorados, familias con niños corriendo en medio de ellas, o un grupo de amigos cantando o en animada conversación. Nunca las Gatas están solas y así tampoco estarán nunca más solos el Gato de Tejadita y quienes amamos nuestra ciudad.

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