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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

Ariosto Manrique

Fue precursor del concepto de involucrar dentro de los objetivos de la empresa a los ‘stakeholders’ o públicos de interés, como los empleados y sus familias

18 de febrero de 2022 Por: Julián Domínguez Rivera

Grandes crisis resaltan grandes líderes, su guía por los laberintos de una sociedad asediada por malas y falsas noticias generan esperanza y alivian el espíritu.

Colombia acaba de perder a uno de los valiosos capitanes empresariales, Ariosto Manrique, un gran ser humano, ejemplo de compromiso y persistencia, cuya vida, durante 50 años al frente de Colombina, fue reflejo de una frase que siempre repetía: “La realidad la transformamos nosotros mismos”. Así lo consigna un video de homenaje narrado por César Caicedo, su actual presidente.

Con disciplina, gran sentido de la responsabilidad y una total claridad sobre sus metas, produjo cambios fundamentales en la industria azucarera: el concepto del valor agregado del azúcar para convertirla en confites, dándole mucha importancia a las marcas como un activo de la empresa así como a los canales de distribución para llegar lo más cerca al consumidor final, a la vez que impulsó al gran salto a la internacionalización de la empresa, que la hace hoy una compañía global de alimentos que llega con sus productos a 70 países.

Dejó una profunda huella entre quienes tuvieron la oportunidad de trabajar a su lado, pero también entre quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, gracias a dos atributos claves en la personalidad de un líder: la sencillez y el respeto por los demás.

Con gran disciplina logró formarse, a pesar de las limitaciones económicas, logrando descollar por su inteligencia, honestidad, claridad y agudeza para ser protagonista del crecimiento de una empresa símbolo del Valle del Cauca, frente a los desafíos de trabajar al lado de una persona altamente exigente, como fue el doctor Hernando Caicedo González, gran impulsor de su carrera, junto con su hijo don Jaime H. Caicedo.

Fue precursor del concepto de involucrar dentro de los objetivos de la empresa a los ‘stakeholders’ o públicos de interés, como los empleados y sus familias, proveedores, distribuidores, accionistas, consumidores, gobiernos, entre otros, teniendo una clara visión de lo que describe a la empresa moderna, cuyo campo de acción no es solo de la puerta para adentro, sino hacia su entorno para ‘ejercer sentido de ciudadanía’, en el concepto de Manuel Carvajal de que “no puede haber una empresa sana en un medio social enfermo, porque tarde o temprano los males de la sociedad repercuten en su desempeño”.

Una frase que refleja su compromiso y desprendimiento como profesional la dijo en 2003 para el homenaje ‘Vallecaucano Ejemplar’ que tuve oportunidad de ofrecerle como Presidente de la Cámara de Comercio de Cali, cuando afirmó que “solo me di cuenta de que esta empresa no era mía cuando me retiré”.

La vida de Ariosto Manrique es digna de resaltar porque es un reflejo de esa fibra de la que estamos hechos los colombianos, en momentos en que quienes impulsan la fractura social para liderar las encuestas, pregonan narrativas negativas en contra del sector empresarial y de esos líderes, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que desde sus micros, pequeñas, medianas y grandes empresas son nervio esencial del crecimiento del país, la generación de empleo y de bienestar social.

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