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Una vocación persistente

El signo de los tiempos actuales es el resquebrajamiento del respeto social por las instituciones.

17 de octubre de 2021 Por: Vicky Perea García

Desde hace varios lustros el sistema educativo nacional optó por dejar de enseñar la historia de Colombia. Es lamentable comprobar el desconocimiento que las nuevas generaciones tienen sobre el devenir institucional de nuestro país. Por supuesto que los jóvenes no tienen responsabilidad alguna. La culpa recae en quienes los han malformado con pretextos ideológicos o por simple desidia profesional.

Por ello el año 2021 ha celebrado con muy baja intensidad dos aniversarios de la mayor trascendencia. Los dos siglos de la Constitución de la Villa del Rosario de Cúcuta y los 30 años de la Constitución de 1991. El estatuto de Cúcuta definió que el sistema democrático sería el adoptado en nuestro país, por influjo directo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa. Es decir, nada de monarquías o despotismos.

El camino trazado en la Constitución de Cúcuta ha ido perfeccionándose poco a poco, pero siempre demostrando una vocación persistente: la creencia en el sistema democrático. Colombia, contrario a lo sucedido en los demás países de Iberoamérica, demuestra apenas una decena de interrupciones del proceso electoral en sus dos siglos de existencia como república. No hemos sido tierra fértil para los dictadores.

Los que hablan de revisar la historia son los que la desconocen. Esta república no nació como efecto secundario de la Revolución Cubana, como lo han creído los activistas de izquierda. Colombia tampoco nació el 19 de abril de 1970, cuando una reñida elección originó un movimiento armado, el M19, al cual perteneció el actual candidato presidencial Gustavo Petro. La nuestra ya era una democracia más que centenaria cuando esos eventos ocurrieron.

La larga vida de la Constitución de 1886 generó desajustes y descontentos, inconformidad que recogió el expresidente Virgilio Barco cuando aceptó convocar una Asamblea Constituyente. El producto de la Asamblea fue la Constitución promulgada el 4 de julio de 1991, la que hoy nos rige.

El signo de los tiempos actuales es el resquebrajamiento del respeto social por las instituciones. El constituyente Jaime Castro anota que el Congreso de Colombia “le ha hecho 63 reformas a la Constitución del 91. La mayoría de ellas equivocadas y a veces innecesarias. La volvió colcha de retazos”. Muchas de las novedades de la Constitución del 91 requieren, sin duda, profunda revisión.

El uso indiscriminado de la acción de tutela ha congestionado hasta límites inmanejables la labor de la administración de Justicia. Muchas entidades y funcionarios optaron por no cumplir con sus deberes a la espera de que un juez de tutela se los ordene. Se hacen invitaciones públicas a los ciudadanos para que inunden de tutelas los despachos judiciales buscando tal o cual resultado.

Los miembros de la clase política por su parte, han entrado en la vorágine de tutelas, acciones populares, acciones de grupo, etc. Como resultado de esta invasión al tiempo de los jueces los funcionarios de la Rama Judicial han perdido su vocación de solucionar los conflictos entre los ciudadanos y entre estos y el Estado.

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¿Cuándo dejará el senador Gustavo Petro de ser un provocador? ¿Cuándo evitará el expresidente Uribe caer en tanta provocación? Recordemos que el fallecido Antonio Caballero describió al político Petro como un personaje de “mala calaña”.

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