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La contención

No importa cuál sea el motivo: la protesta social, la rivalidad deportiva o el simple deseo de destruir los bienes públicos.

8 de agosto de 2021 Por: José Félix Escobar

El líder chino Xi Jinping no se caracteriza en modo alguno por su locuacidad. Cuando el atropellador Donald Trump comenzó a causar estragos en las relaciones internacionales, el dirigente chino se limitó a aconsejarle que practicara la virtud oriental de la contención. Por esa época Trump y el dictador de Corea del Norte se amenazaban continuamente con desatar una guerra nuclear entre ellos.

La característica de la contención o del autocontrol parece no existir en muchas partes del mundo. En Colombia fue vergonzoso el espectáculo que unos hinchas de fútbol protagonizaron en el estadio El Campín de Bogotá en la pasada semana. La agresión de varios aficionados del Nacional contra un humilde vendedor pizza en las graderías es francamente un delito de odio.

Desde noviembre de 2019 se está observando entre nosotros el surgimiento de una generación violenta y descontrolada. No importa cuál sea el motivo: la protesta social, la rivalidad deportiva o el simple deseo de destruir los bienes públicos. Las actitudes de los jóvenes llaman la atención porque demuestran fallas generalizadas en el proceso de formación de los colombianos que están surgiendo.

El problema se inicia desde luego en los hogares donde las exigencias laborales de los padres han dejado demasiado tiempo a los jóvenes frente a los juegos de video o en la telaraña de las redes sociales. Los profesores, por su parte, deberían estar menos preocupados por sus aspiraciones y ventajas laborales y más por la noble misión de contribuir a la educación de los jóvenes.

Se dice que las dificultades de todo tipo que trajo consigo la pandemia han hecho disparar las repuestas agresivas e intemperantes de la gente.
Hay mucho de razón en estas afirmaciones pero ello no explica por si solo el generalizado irrespeto a las autoridades de todo orden. De hecho, dos días después de los incidentes de El Campín en medio de una protesta los habitantes del municipio caucano de Cajibío incendiaron la alcaldía.

La respuesta de las autoridades debe ser consecuente con la gravedad de los hechos. No se entiende en el mundo tecnológico de hoy que una grabación de video sea desestimada por los jueces penales por no constituir flagrancia. Eso paso con los violentos agresores del joven vendedor de pizza de El Campín. Al agente de policía Derek Chauvin lo condenó la justicia de Minneapolis por un video que lo mostró con la rodilla en el cuello de George Floyd hasta asfixiarlo.

Se cree comúnmente que incrementando las penas de cárcel para los delitos se soluciona el problema. No hay tal. La gente sabe que en Colombia no hay suficientes cárceles y si en algún frente la acción gubernamental sería positiva es en la construcción de prisiones decentes, destinadas a corregir a los delincuentes y darles las oportunidades que muchos de ellos no tuvieron.

Se está convirtiendo en objeto de estudio la cárcel de Yarumal, en Antioquia, porque los reclusos producen grandes cantidades de ropa confeccionada para importantes almacenes de cadena. Cuando no sea posible el autocontrol, el castigo debe ser civilizado y rehabilitador.

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Mientras los chinos tienen el propósito de reconstruir la famosa ‘ruta de la seda’ para incrementar el comercio, Colombia y Panamá continúan manteniendo el absurdo ‘tapón del Darién’. Error que se ha hecho visible con los miles de migrantes que hoy se agolpan en el puerto de Necoclí.

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