Dos polacos
A Gorbachov se atribuyen logros que dos personajes polacos habían comenzado a obtener lustros atrás. Hablamos del líder sindicalista Lech Walesa y del papa Karol Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II.
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4 de sept de 2022, 11:50 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:56 p. m.
Al fallecido Mijaíl Gorbachov se le atribuyen éxitos que no obtuvo solo y se le formulan críticas bastante injustas. El final de la Segunda Guerra Mundial sirvió de punto de partida para que los sistemas económicos puestos a prueba en la contienda bélica midieran sus éxitos o fracasos en el proceso de reconstrucción de Europa.
Siempre se dijo que cuando el marxismo es llevado de la teoría a la práctica se convierte casi siempre en una dictadura de corte estalinista. La Unión Soviética fue uno de los grandes triunfadores militares de la Segunda Guerra, pero tan pronto trató de apoderarse de la mitad oriental del continente europeo, las falencias del sistema comunista afloraron por todas partes.
Los ortodoxos del marxismo jamás comprendieron que los proletarios de que hablaban Marx y Engels en el siglo XIX se convirtieron en consumidores a los cuales había que proveerlos de suficientes bienes y servicios. Es dramática la anécdota muy conocida de Ángela Merkel, cuya juventud transcurrió en la Alemania oriental. Al caer el muro de Berlín, Merkel pudo comprobar que en el lado occidental de la ciudad existían muchos modelos de zapatos de mujer, acostumbrada como estaba al producto único que ofrecía la ineficiencia comunista.
Mijaíl Gorbachov solo pudo constatar el derrumbe interno del sistema y trató de que el tránsito del estalinismo hacia una sociedad de mercado fuera lo más organizado posible. A Gorbachov se atribuyen logros que dos personajes polacos habían comenzado a obtener lustros atrás. Hablamos del líder sindicalista Lech Walesa y del papa Karol Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II.
La teoría comunista suponía que los legítimos representantes de la clase proletaria eran los bolcheviques. El paradigma se vino abajo en los años ochenta, cuando un líder sindical de los astilleros de la ciudad polaca de Gdansk, Lech Walesa, organizó con éxito increíble a los trabajadores en contra del aparato burocrático y militar que dominaba a Polonia en ese instante.
De otro lado, el rigor comunista alabó siempre una educación más que laica, atea. Para sorpresa de muchos, la elección del obispo polaco Karol
Wojtyla en 1978, representó en su país natal un reverdecimiento sin precedentes del fervor religioso. El prelado de Cracovia fue una auténtica figura de multitudes.
Mijaíl Gorbachov se encontró con un imperio insostenible. La Unión Soviética era incapaz de otorgar a los ciudadanos de los distintos países que la integraban un bienestar siquiera parecido al que la ya reconstruida Europa occidental brindaba a su gente. Los socialdemócratas alemanes en su congreso de Bad Godesberg en 1959 dejaron las cosas en claro: “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.
Los nostálgicos del poder estalinista dieron en 1991 un golpe de Estado a Gorbachov. No culminó de inmediato, pero forzó el retiro del líder unos meses después. Ese intento de golpe fue orquestado por la KGB. En el escenario político ruso apareció años después un dirigente de típico corte estalinista cuya ‘alma máter’ fue la KGB. Hablamos del actual dictador Vladimir Putin.
POSDATA: Muy desafortunadas las palabras de la ministra Irene Vélez. Hablar de decrecimiento en estos momentos de profunda crisis económica global es como pedir que en una fiesta que acaba de empezar le bajen el volumen al equipo de sonido. Señora ministra: hay que saber esperar.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.
6024455000