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Cascada de firmas

Con franca alarma, el Registrador Nacional del Estado Civil decía hace poco que su organización esperaba la inscripción por firmas de hasta 30 precandidatos presidenciales.

24 de septiembre de 2017 Por: José Félix Escobar

Con franca alarma, el Registrador Nacional del Estado Civil decía hace poco que su organización esperaba la inscripción por firmas de hasta 30 precandidatos presidenciales. El temor del funcionario está justificado por los altos costos que ello demanda y por el amplio despliegue de funcionarios que requiere esta voluminosa ‘operación firmas’. De otro lado, siguen avanzando campañas de revocatoria de los mandatos de los alcaldes de Bogotá y Cali. No falta el aporte de la senadora Claudia López, quien con el apoyo de miles de firmas pretende organizar un referendo contra la corrupción.

La democracia mal entendida puede resultar muy costosa para el erario público, alimentado por el dinero de los contribuyentes. Esto es claro para la generalidad de las personas, menos para muchos políticos. ¿Cómo pretender revocar la elección de un alcalde por supuestos incumplimientos a su programa cuando aún no ha transcurrido ni la mitad de su periodo? ¿Y cuál teórico le ha enseñado a la senadora López que la corrupción se combate con referendos y algarabía en las calles?

Recoger firmas se está convirtiendo en toda una manía, la cual entre otras cosas brinda popularidad y conocimiento público a quienes toman este camino. Son múltiples las razones de inconformidad y descontento de la ciudadanía contra los dirigentes y partidos políticos. Pero no es armando carnavales y firmatones como se imponen correctivos duraderos al sistema democrático. Algunos de los partidarios de la recolección de firmas señalan como ejemplo lo que sucede en las grandes democracias occidentales.

No hay tal. La gran crisis de los partidos norteamericanos fue zanjada dentro de las mismas organizaciones republicana y demócrata, a través de sus mecanismos institucionales. El actual presidente Donald Trump, a pesar de sus múltiples vociferaciones de campaña terminó siendo elegido por el partido republicano. En España la crisis de los dos grandes partidos, el popular y el socialista, culminó hace un par de años en la creación de nuevas agrupaciones partidistas que recogieron a los inconformes del socialismo en el nuevo Podemos y a los descontentos del Partido Popular en la colectividad Ciudadanos.

Tampoco aplica el caso tan publicitado del nuevo presidente francés, Emmanuel Macron. Tras dos desempeños muy cuestionados (el del derechista Sarkozy y el del socialista Hollande) a Macron no se le ocurrió lanzarse por toda Francia a recoger firmas de los descontentos. Simplemente un año antes de las elecciones creó de acuerdo con las norma un nuevo partido político, el que a la larga lo llevó a su gran triunfo. Es inaceptable la acrobacia que en Colombia piensan hacer los seguidores del partido Cambio Radical. Van a conservar su organización, pero su líder Germán Vargas Lleras ya manifestó que se inscribirá por firmas. Claro ejemplo de ubicuidad política.

Pero el premio mayor se lo lleva el Partido de la U. Buena parte del país se sorprendió cuando hace algunas semanas la colectividad del presidente Santos anunció que no nombraría candidato presidencial, sino que entraría en coalición con alguien seguramente inscrito por firmas. Es decir, que en el mismo mandato de Santos se apoyó la ley de partidos de 2011, que buscaba organizar la actividad, y al final el partido del Presidente decide no acudir a la contienda electoral que se avecina.

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