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“Metiches”

Iván Duque, quien alcanzó la presidencia en una rifa que hizo Álvaro Uribe, creyó que podía meter sus narices -que tanta inspiración dieron a los caricaturistas- en Venezuela.

9 de noviembre de 2022 Por: Jorge Restrepo Potes

A temprana edad ingresé a cursar bachillerato en el Gimnasio Moderno y encontré que mis condiscípulos bogotanos usaban un español plagado de palabras para mí desconocidas. Tuve que hacer aprendizaje exprés para poder socializar con los distinguidos muchachos con los que compartí los felices siete años de mi tránsito por el inolvidable colegio.

La sandía no era sandía sino patilla; el zapallo no era zapallo sino ahuyama; el manjarblanco no era manjarblanco sino arequipe; chuspa no era chuspa sino bolsa; y escapar de clase era capar.

Pero la voz que más llamaba mi atención era “metiche”, con la que calificaban a aquel que se metía en lo que no le importaba, al que sin tener cabida en una conversación, intervenía en ella; en síntesis, el entremetido, siempre detestable.

Y viene a mi memoria la palabreja porque tengo la sensación de que Colombia es proclive a meterse en asuntos ajenos, y por eso hace ‘osos’ espectaculares.

Iván Duque, quien alcanzó la presidencia en una rifa que hizo Álvaro Uribe, creyó que podía meter sus narices -que tanta inspiración dieron a los caricaturistas- en Venezuela. Iluso, imaginó que armando un concierto en Cúcuta las horas de Nicolás Maduro “estaban contadas”, pero el que lo vio salir del gobierno al término del mandato fue el chamo, que sigue tan campante en Miraflores.

Luego a Duque le dio por liderar el grupo de países dirigidos por mandatarios de derecha, para lograr la caída del venezolano. Fracasó en el intento.

Este columnista estima que no es de buen recibo la intromisión en otros países, y que los problemas de Venezuela y su régimen político es asunto de los venezolanos, en el que no cabe injerencia del nuestro, no sólo por no tener la capacidad de imponer el cambio sino porque no somos el mejor ejemplo democrático. Las elecciones en Colombia están tiznadas por la compra de votos, y las autoridades electorales dejan mucho que desear. Para no hablar de ‘falsos positivos’ y otras cositas por el estilo.

Gustavo Petro ha reiniciado relaciones diplomáticas con Venezuela porque eso era una necesidad sentida. Con una frontera de 2.200 kilómetros permeada por el narcotráfico y aprovechada por la delincuencia criolla, era imposible de seguir con esa política absurda. En Venezuela hay millones de compatriotas que quedaron desamparados con el cierre de la embajada y 17 consulados.

Petro ha hecho lo que haría cualquier presidente sensato: abrir la frontera y llegar a acuerdos con el gobierno bolivariano sobre protección del área limítrofe, apertura del comercio bilateral, con más beneficios para Colombia por ser el gran proveedor de la ya iniciada recuperación de la economía del país vecino.

Pero ahí saltan los críticos: que antes de firmar cualquier acuerdo con Maduro, hay que exigirle elecciones libres para que lo saquen del mando, y que Juan Guaidó gane en las urnas. Bella la inocencia después de la mayor edad.

Estados Unidos le pide a Petro que promueva la democracia en Venezuela. Nada tiene que hacer el mandatario colombiano en ese paseo. Que primero los gringos rompan relaciones diplomáticas y comerciales con China si ésta no acoge el sistema democrático.

El acercamiento de Colombia a Venezuela tiene contenido más económico que político. Es abrir un mercado amplio para nuestros productos de exportación y un mejorestar para los colombianos que viven allende la frontera. Así de simple es la cosa y dejemos de ser ‘metiches’.

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