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Las marchas

Bienvenidas sean las marchas antipetristas, porque ellas mostrarán que Colombia no les come el cuento.

5 de octubre de 2022 Por: Vicky Perea García

En los últimos 100 años sólo ha habido tres marchas exitosas.
En 1922, la convocada por Benito Mussolini, que lo condujo al poder, y que se conoce como ‘La marcha sobre Roma’. De ella surgieron ‘I fasci de combattimento’ que impusieron la ideología fascista en la península itálica, que duró hasta el 28 de abril de 1945 cuando el Duce y su amante, Claretta Petacci, fueron ajusticiados y colgados de los pies en una plaza de Milán.

En 1934, Mao Zedong inició ‘La gran marcha’, con la que el líder asiático llegó al mando del Celeste Imperio, que con violencia pudo consolidar el Partido Comunista Chino, aún en el mando de una de las más grandes economías del mundo, pisándole los talones a Estados Unidos.

En 1963, Martin Luther King iba al frente de la marcha que partiendo de Selma llegó a Washington, con el propósito de reclamar los derechos que le eran negados a la población negra estadounidense, lo que a la postre se logró por las gestiones de los presidentes demócratas John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. El discurso del pastor negro “Yo tuve un sueño” está inscrito en la historia política de Estados Unidos como símbolo de la libertad de los oprimidos. El líder luterano fue asesinado cinco años después.

En Colombia -ésta no exitosa-, Jorge Eliécer Gaitán encabezó el 7 de febrero de 1948 lo que se llamó ‘Marcha del silencio’, con la que colmó la Plaza de Bolívar de Bogotá con más de 30.000 liberales para demandarle al presidente conservador Mariano Ospina Pérez que cesara la violencia oficial ejercida contra su partido. A los dos meses, el 9 de abril, el caudillo fue asesinado.

El 26 de septiembre último hubo en algunas ciudades del país unas marchas, nutrida la de Medellín, otras no tanto, como la de Cali. Como soy curioso de la gente, desde discreta acera contemplé el espectáculo. Por la calle caminaban orondos los estratos altos. Allí iban los que votaron ‘No’ en el plebiscito. También, los que sufragaron por Federico Gutiérrez, y luego por Rodolfo Hernández. Un caballero, Pierre Onzaga (?), dizque fue el artífice de esa demostración de poder de la diestra criolla.

Cuando divisé entre esa masa elegante y perfumada a tres dilectas amigas, al término de la paseata las reuní para preguntarles el motivo que las llevó a gastar suelas de sus costosas zapatillas.

Una dijo que marchaba para que el Congreso no aprobara la Reforma Tributaria, que la pondría a pagar más impuestos. Otra, de bello rostro bronceado por la canícula, que marchaba contra las reformas agraria, pensional, política y laboral. Al preguntarle si esas iniciativas
gubernamentales ya cursaban en las cámaras, respondió que no sabía, pero que protestaba “por si acaso”, como el tipo que lanza en el estadio el madrazo contra el árbitro antes de iniciar el juego, por si acaso.

La última, con muestras de fatiga, alegó que se opone a la reforma política porque ella perjudica al expresidente Uribe. ¿En qué?, le pregunté. No sé, respondió, pero le perjudica.

Se necesita ser caído del zarzo, como califican en Tuluá a quienes carecen de buen juicio, para creer que esas marchas eran motivadas por lo que dijeron las damas. Lo que había en el fondo era el propósito de desestabilizar el gobierno de Petro, a quien ven, no como el líder de una izquierda moderada, sino como el hombre que sacó del poder al ‘gran colombiano’. Imperdonable.

Bienvenidas sean las marchas antipetristas, porque ellas mostrarán que Colombia no les come el cuento.

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