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Ennio Morricone

Es posible que los espectadores que asisten a las salas de cine no se percaten de la importancia que tiene la banda sonora de la película que están viendo.

30 de julio de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

Es posible que los espectadores que asisten a las salas de cine no se percaten de la importancia que tiene la banda sonora de la película que están viendo. Por eso fue tan decisiva la llegada del sonido al finalizar la década de 1920 pues hasta ese momento el cine era silente, y si bien aparecían en cada cierto tramo leyendas inductivas, no es lo mismo que escuchar los parlamentos.

Hubo desastres con la aparición del sonido. Actores y actrices reconocidos hasta entonces no pasaron la prueba porque sus voces no tenían el registro requerido, y cayeron en el olvido. Otros lo lograron y triunfaron, como Greta Garbo, quien gustó tanto callada como hablando, con esa mirada líquida suya que atrapó al mundo entero. Nunca habrá otra como ella, ‘La divina sueca’.

Mención especial merece Charles Chaplin, el genio cuyas películas silentes se ven hoy con el mismo interés que despertaron sus cintas parlantes. No hallo diferencia alguna entre El gran dictador y Candilejas.

Con el advenimiento del sonido surgieron los compositores de las bandas sonoras. En mi memorioso registro cinematográfico, forjado en una larga vida en la penumbra de los teatros, aparecen Max Steiner con la música del primer King Kong y Lo que el viento se llevó; Nino Rota, favorito compositor de Federico Fellini en sus prodigiosas La Dolce Vita y 8 ½ , y por la música de El padrino, a mi juicio la mejor película de todos los tiempos, y sobre la que vuelvo una y otra vez con idéntico entusiasmo; John Williams con su música de Tiburón e Indiana Jones; Bernard Herrmann, acreedor de buena parte del éxito de Orson Welles con su Ciudadano Kane, y de Alfred Hitchcock con Psicosis; y ‘Last but not least’ Maurice Jarre, sublime en Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago (¿Quién no recuerda el tema de Lara?).

El pasado 6 de julio murió en Roma Ennio Morricone, el más ilustre compositor de bandas sonoras en la historia del cine. Con más de 500 partituras para las pantallas grande y chica, este italiano produjo temas que deleitan los oídos de los cinéfilos.

Cuando Sergio Leone vio que Clint Eastwood podía ser el arquetipo del pistolero del Oeste, lo contrató para el primero de lo que se conoce como ‘Spaghetti Western’, Por un puñado de dólares, con la que Eastwood metió en la chapuza de su revólver a los cineadictos de todo el mundo. Pero no bastaba la rapidez con el gatillo de este apuesto gringo, que poco hablaba en las películas; se necesitaba música de fondo que sublimara la acción, y ahí Leone puso a Morricone.

Lo que hizo este mago del pentagrama en El bueno, el malo y el feo -que no sé cuántas veces la he visto- es increíble, con esos silbidos que parecen extraídos de una flauta, junto con sus hermanas Por un puñado de dólares y Por unos dólares más, y siempre entro en una especie de éxtasis por lo que oigo, tan acorde con lo que veo en la pantalla.

Galardonado muchas veces, en 2018 se alzó con el Óscar por Los 8 más odiados, y estaba pronto a recibir el Princesa de Asturias por su trayectoria en el cine. Murió a sus 91 años, lúcido como lo muestra la carta que dejó para su esposa, en la que tuvo el valor de escribir: “Ennio Morricone ha muerto”.

Me inclino ante su memoria para decirle que somos millones los que le queremos, los que aplaudimos su contribución al mejor de nuestros entretenimientos. Gracias, Maestro.

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