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El triunfo liberal

En Estados Unidos se impuso la ideología liberal, que es la que defiende el Partido Demócrata, que convierte a Joe Biden en el portaestandarte de un credo político que ha escrito páginas de gloria en la humanidad.

11 de noviembre de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

En Estados Unidos se impuso la ideología liberal, que es la que defiende el Partido Demócrata, que convierte a Joe Biden en el portaestandarte de un credo político que ha escrito páginas de gloria en la humanidad, con mucha sangre vertida en la consecución de un ideal de justicia, inclusión social, respeto a las opiniones contrarias, igualdad de oportunidades. Ya lo dijeron los revolucionarios franceses de 1789: libertad, igualdad, fraternidad.

Esta campaña presidencial no tuvo por escenario los 50 Estados que componen la unión americana, sino la totalidad del Globo porque los liberales de todos los rincones de la Tierra sabíamos que el 3 de noviembre de 2020 se jugaba la continuidad de esos principios sobre los que gira el bienestar de los pueblos.

Era tal el peligro que se cernía, que lugares históricamente republicanos volvieron grupas y votaron por la fórmula Biden-Harris, mientras el lunático inquilino de la Casa Blanca profería insultos y calumnias contra sus adversarios.

La derecha universal no se quedó quieta. Para vergüenza nuestra, Álvaro Uribe, María Fernanda Cabal y Juan David Vélez metieron sus narices en la puja electoral de Estados Unidos. Hasta el presidente Duque tuvo sus guiños de ojos. Y no cabe la menor duda de que fueron ellos los que incitaron al sujeto de pelo teñido a sindicar a Biden de ‘castrochavista’ y de amigo de Gustavo Petro. Esa sandez no se le hubiese ocurrido a nadie de la campaña reeleccionista pues son calumnias muy propias de los uribistas criollos.

Jamás entendí cómo un pueblo que se precia de tener las mejores universidades del planeta; con la economía más desarrollada; con todas las gracias de la Divina Providencia, haya sido capaz de llevar a la sede presidencial a un elemento de las condiciones oscuras de Donald Trump, que ha podido, llevado por la insania, conducir al mundo a una contienda peor que la de la Segunda Guerra Mundial.

Su discurso pendenciero contra China, que no hizo más que crecer al gigante asiático. Su amistad con Putin y con el subnormal Kim Jong-un.
Su odio por los inmigrantes, con olvido de que su abuelo y su actual pareja vinieron de más allá de las fronteras gringas.

Biden no era un gran candidato, pero la gente supo distinguir a un hombre decente de un truhan. Con una larga carrera pública, el vicepresidente de Obama mostró sus méritos de persona sensata y con capacidad para ejercer el alto cargo de presidente de su Nación. Y tuvo el acierto de escoger a Kamala Harris como su fórmula vicepresidencial. De ella también dijeron Trump y los uribistas que era una comunista peligrosa. Había que oír a Fernando Londoño, esa cumbre de la moral, despotricando contra ella y Biden.

Tengo que confesar que pasé días de angustia mientras se consolidaba el triunfo de los candidatos demócratas. Pendiente de las noticias, entendí al fin el sistema electoral de Estados Unidos, y salté de emoción cuando las cadenas de radio y televisión anunciaron la victoria.

Ha sido uno de los días más felices de mi vida. Le irá bien a Biden porque tiene amplia experiencia en los asuntos del Estado por sus 36 años en el Congreso y los 8 en la vicepresidencia del magnífico Barack Obama, quien según un querido amigo uribista será el poder detrás del trono. Bienaventurados los gringos por ese don celestial. ¿Qué tal nosotros que en esa posición tenemos a Uribe?

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