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El respaldo popular

Los partidos de izquierda jamás pudieron lograr la presidencia, por una simple circunstancia: porque el Partido Liberal copaba las urnas electorales por ser el auténtico intérprete de los intereses populares.

14 de septiembre de 2022 Por: Jorge Restrepo Potes

El 19 de junio de 2022 cuando ganó en las urnas Gustavo Petro, un líder de izquierda, moderada si se quiere, pero de izquierda, que yo ubicaría en la socialdemocracia, se produjo un remezón severo.

Al analizar los discursos de Petro como candidato, hallé que eran similares a los que escuché o leí de los grandes jefes liberales del siglo pasado. Lo que expresaba el aspirante se confundía con lo dicho por Alfonso López Pumarejo, o Darío Echandía, o Jorge Eliécer Gaitán. Por eso voté a Petro, y por eso me identifico con lo que está haciendo en el Gobierno.

No todos son aciertos, pero es que en Colombia solo ha habido dos presidentes que llegaron ‘aprendidos’ al mando: Carlos Lleras Restrepo y Juan Manuel Santos. El primero, porque aparte de su prodigiosa inteligencia, desde muy joven ocupó altos cargos oficiales: Contralor General, tres veces ministro de Hacienda, senador. El segundo, porque desde la cuna supo que su destino manifiesto era ser presidente de la República y por eso se dedicó a estudiar a fondo la ciencia de la conducción del Estado.

Es difícil para los sectores ultraconservadores aceptar de buen grado que en la Casa de Nariño esté ahora una persona que no es de la élite que tradicionalmente desempeñó el primer empleo del país, y que, además, tenga una filosofía política distinta a la que por tantos años ha dirigido los destinos nacionales.

Los partidos de izquierda jamás pudieron lograr la presidencia, por una simple circunstancia: porque el Partido Liberal copaba las urnas electorales por ser el auténtico intérprete de los intereses populares. De allí que dirigentes de la alcurnia intelectual de mi pariente Gilberto Vieira White, o Gerardo Molina no pasaron de ser símbolos del comunismo o del socialismo.

El que más se aproximó fue Carlos Gaviria, no tanto por ser de izquierda sino porque su figura patriarcal no despertaba el temor que generaban los otros, que cuando se presumía su triunfo eran asesinados, como ocurrió con Jaime Pardo Leal, una de las cinco mil víctimas de la Unión Patriótica.

Por eso no me parece insólito que un personaje de las entrañas del uribismo, escriba que “este es un gobierno dirigido por un viejo criminal y sus camaradas, que pactó con criminales durante la campaña, y que ahora opera para favorecer a otros criminales”. Hágame el bendito favor con este adalid de la convivencia y de la paz total.

Se armó la escandola porque el ministro del Interior, Alfonso Prada, pidió que el pueblo saliera a las calles a exigir la aprobación de la Reforma Tributaria, para poder cumplir los proyectos sociales del Gobierno. Juzgo que allí no hay nada censurable pues la democracia consiste también en apelar al pueblo cuando de defender sus intereses se trata.

En 1968, la reforma constitucional propuesta al Congreso por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo estuvo a punto de fracasar porque en la Comisión Primera del Senado tres de sus integrantes, Hilda Martínez de Jaramillo, Francisco Eladio Ramírez y Saúl Charis De la Hoz, anunciaron sus votos negativos ya que no aceptaban la supresión de los auxilios parlamentarios.

El presidente Lleras convocó a Palacio a los miembros de las comisiones primeras de ambas Cámaras y les dijo que si la reforma se hundía sacaba el pueblo a las calles para demandar su aprobación. Los tres rebeldes volvieron grupas y pasó la reforma.

Así que invocar el respaldo popular no es privilegio exclusivo de la izquierda.

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